HIRIE VALLADOLID
CUADERNO DE HISTORIAS
Un proyecto de Mikel Hirie
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MARGA.
Me llamo Marga y vivo en el rascacielos EULZA, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas junto a la plaza de las Batallas de Valladolid. Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.
7 de noviembre.
Hoy hace cuatro meses era 7 de julio, San Fermín, y estábamos de vacaciones en la playa. Cadiz. 7 hombres sin pareja, y ninguno de nosotros gay. Edades: de 30 a 50. Habíamos coincidido y acordado alquilar la casa en la costa. Coincidido en la asociación de viudos, solteros y separados de Valladolid: HVS. Acordado el alquiler; porque después de varias actividades juntos, y sin plan de verano, Santi nos lo propuso y nos vino muy bien. Éramos siete raros de una intensidad abrumadora gritándole al mundo que había llegado nuestra hora. Sin expectativas, pero con orden y concierto, habíamos establecido una solida organización que incluía un programa de actividades turísticas, deportivas y gastronómicas. Incluía también soluciones y respuestas para situaciones posibles. 15 días en Cadiz. Fuimos en dos coches. Alberto y Fausto, los sujetos mas atractivos del grupo. Santi, la mente gestora. Ramón, el divertido. Carmelo, el deprimido. Agustín, el pacificador. Y Carlos, el cocinero. Actividades, playa, chiringuito, siesta, garitos nocturnos, era nuestro circuito diario previsto. Para dormir, bien, cuatro habitaciones y el salón. Mas complicado fue el uso de los tres baños: retretes y duchas. No tuvimos incidentes destacables, tampoco de administración económica. Para la limpieza de la casa, contratamos el servicio. Omito detalles de naturaleza sexual. Hubo episodios con sobredosis de alcohol también. Confraternizamos con otra cuadrilla de Albacete .Y nos reímos mucho.
5 de noviembre.
Me invitó a cenar en el restaurante Vanoa porque hizo una apuesta y la perdió. Llovía como si no hubiese un mañana, y hacia un frío terrorífico. Normal, era febrero y estábamos en alerta de nieve. Él, Iván. Se le veía venir, con muchas ganas, claridad y calidez. Pero el horno no estaba para esos bollos, no eran mis planes dejarme llevar, porque yo ya estoy de vuelta. Yo había previsto una tarde de cine y una noche de buena cena, (también cara), y lo otro no ocurrió, tal y como yo evitaba y había previsto. Si subimos a su piso también, para tomar una copa y charlar. Iván vive en el sexto B, y a las 2 y cuarto del sábado para el domingo yo baje al mío, en el segundo C. Fui luego feliz, egocéntrica y autómata con mi dispositivo a pìlas, el PEPLA, (Personal-Player). Hasta las cuatro. Iván insistió antes, sin rodeos, yo decliné. Muy rica la ensalada de Tief, y los fritos salteados al roquefort, y los embutidos de la tierra. Muy ricos los escalopines de pato a la naranja. Muy rica la tarta Endesa con licor de limón. Es bonito cenar por ahí, no hay que poner el lavavajillas. Y mejor si no tienes que pagar tú. A mi Iván me excita, pero huyo de los compromisos, que luego los tíos, él también, son muy demandantes y muy complejos y muy difíciles y falocéntricos.
4 de noviembre.
Llegué en tren, desde Madrid, a las 20, de una reunión en el ministerio. Diez minutos después entraba en el portal de mi edificio, el EULZA II, en la Acera de Recoletos. Abrí el buzón. Subí hasta mi piso, el 13 E, y subí las persianas. Miré por el balcón hacia la oficina de turismo del parque de Campo Grande. Una de las cartas, de mi banco, anunciando nuevas comisiones. Otra de las cartas, de Ana, desde Arévalo. Abrí la nevera para tomar una cerveza en el salón, encendí la tele, en Telecinco, Sálvame, hablaban de Kiko Rivera y de las muchas cosas enredadas de ese follón familiar televisado previo pago. En mi cabeza rumiaban varias cuestiones laborales pendientes. Una ducha y las noticias en Antena 3. Para cenar sardinas de lata con ensalada de tomate y una cuajada. Llamé a mi madre. Miré los whatsapp. Nuria me daba las buenas noches y Roberto me preguntaba si ya había tomado una decisión. En los tiempos post-pandémicos los negocios continúan en activo, también algunos cierran. “Me has decepcionado”, eran las palabras del día. Me las dijo a mí, en la reunión de los cuatro a las doce. Yo sé que tú ahora te preguntas, ¿a quién?, ¿por qué?. Los días de diario ocurren muchas cosas, los fines de semana son más tranquilos. Generalmente. No leo poesía porque no me entretiene.
18 de octubre.
Le envidiábamos porque llevaba una triple vida, en una de ellas era un asqueroso intelectual que estudiaba filosofía en la universidad, con buenas notas, reflexiones profundas, conversaciones de nivel y construcciones teóricas, aterrizadas a la realidad, muy potentes. Luego empezó a dar clases en el instituto, y público libros, y arrancó una carrera profesional con reputación y prestigio. En otra vida era el más divertido de la cuadrilla, "disfrutón", atrevido, intenso, y siempre arrancando planes y proyectos. Siempre hasta tarde en los locales de por ahí, con ingenio. En el camping, los viajes,los festivales, y en las vacaciones en la playa. Disponible, generoso, buena gente. Le envidiábamos también porque las hacia reir, las cuidaba, las acompañaba, las escuchaba atento, en resumen, todas ellas querían estarle cerca y frecuentarlo. Reservado para detallar y describir sus cosas de intimidad, no era difícil adivinar, por los movimientos, que el piso que heredó de su abuela en la Plaza de las Batallas fue un centro de operaciones especiales. Para rematar, era deportista, practicaba running, y competía en maratones. Alberto era el intelectual, el amigo divertido, el amigo de ellas y el deportista. Y ejercía estos papeles estelares y distintos, sin mezclarlos, en cada escenario. Tampoco hay futuro favorable para el que sabe a donde va, a los 40, Alberto cayó en un estado de tristeza y depresión que se conformo en bucle, en circuito cerrado de hábitos nocivos. Dejo de leer y escribir y ocupar la mente con pensamientos elevados. Abandonó el deporte. Y se alejo de ellas y de nosotros. Ahora vive semioculto en el mismo lugar que cobijaron sus éxitos triunfantes. De baja médica.
17 de octubre.
“Coyuntura”, escribí en la libreta. Empieza por “C” y acaba por ”A”. De Carmen y Alberto. Con la “Y” en medio. ¿Mi coyuntura económica? ¿La laboral? ¿La sentimental? ¿La familiar? ¿La de mis actividades y hábitos de ocio? ¿La de mi salud, afectada por los indicadores de mi analítica o por la falta de practica de actividades físicas? Paseaba por la calle La Vía de Valladolid. Pensando en mis cosas. Pensando en mí. Pasó un mercancías. “Coyuntura”, incluye una “u”, y una “n”, dos letras que son la misma al revés. Pasó un tren Alvia, yo en la calle Salud. 17 de octubre. Domingo. 10 y 17 de la mañana. Alberto me esperaba en nuestro piso de la plaza Las Batallas y yo le había prometido llevarle chocolate con churros. Caminando por la calle San Isidro descubrí que había perdido el móvil, lo había perdido, no lo había dejado en casa porque recordé haberle enviado un whatsapp a mi madre desde la calle Panaderos. “Coyuntura”, mas concreta, mas cierta. Reinicié el recorrido por las calles, esperando que el móvil me llamase, se hiciese ver… Panaderos, La estación, La Vía, Salud, San Isidro. No estaba allí. Desolada volví a mi casa por la plaza Circular, la calle Veinte Metros, la calle Silio, la plaza Vadillos, la calle Covadonga. Sin chocolate y sin churros. Alberto me esperaba para decirme que había llamado mi madre, que un señor la había llamado porque tenía mi móvil. Respiré aliviada.
2 de octubre.
Candida, mi prima, es una de esas tipejas astutas que lo tienen todo bajo control y que manipulan y atropellan, sin escrúpulos, a fin de ganar. A mi me hizo once jugarretas y ya a la ultima la mire a los ojos, le di un abrazo y le susurre, “cariño, te quiero un montón”. En realidad pensaba en ese mismo momento, “valiente hija de puta, egocéntrica, espero que pronto te traten a ti como nos tratas a los demás”. Candida vive en la calle Salud, junto a las vías del tren, ahora tiene 32 años y está con Ramón, la alegría de la calle, por lo bueno que esta y porque es un buen tipo y porque es divertido. A estas alturas de la historia te estarás preguntado qué hace el bueno de Ramón con la zorra de mi prima Candida. Eso mismo me lo pregunto yo, nos lo preguntamos todos. Dice Lola, que el refranero castellano lo explica todo, “valen mas dos tetas que dos carretas”, y es verdad, Candida es una preciosidad, y dice Lola que Candida será un volcán en erupción durante la intimidad y que no hay mas que hablar, porque para contar toda la verdad, Ramón no es tampoco un intelectual. Mario piensa que conocemos poco a Ramón para opinar, y Lidia opina que Ramón está muy cómodo con Candida porque con ella tiene, piso incluido, más de lo que puede desear.
1 de octubre.
Fue ayer en la farmacia de la calle Industrias. Yo iba a comprar los medicamentos para mi madre, y Mario estaba en la cola. Dos siglos sin vernos, desde antes de la pandemia, casi desde antes de la revolución digital, porque perdimos el contacto, porque hubo un tiempo sin móviles y sin darle importancia a las cosas importantes, centrados en relaciones de pareja que nos lo recomponen todo, y porque él se marcho de Valladolid para trabajar en Madrid, con Elsa, su ex. Fuimos muy amigos. No nos abrazamos porque ya no tenemos confianza para abrazarnos, pero nos fuimos a tomar unas cervezas a la plaza Circular. Él me conto, yo le conté. Su madre vive en la plaza de las Batallas, como la mía, porque crecimos en el mismo barrio. Él ha comprado piso en el paseo del Cauce, nosotros en la calle Salud, con vistas a las vías de tren, el de antes se nos quedaba pequeño con los tres críos. Su hermano Javier y yo fuimos novios, seis años, no me porté bien, desaparecí de repente de su vida porque apareció Raúl con sus encantos, y me atrapó. Mario me contó que Javier tiene cáncer, metástasis, y que es cuestión de días, quizás semanas. Hay encuentros en la vida que no nos convienen porque nos traen recuerdos de un pasado que fuimos y sigue estando.
21 de setiembre.
Para impresionar a Elena pasé por la pastelería Belaria, la del paseo de Zorrilla, y compré para ella dos de esos pasteles de pistacho, mango y yogur, ¿los has probado? ¡Gloria divina! Me acerqué hasta su casa y toqué el timbre de su portero automático, a las siete, para que bajase, pero resultó que me había equivocado de día, y que estaba ocupada y que imposible que estuviésemos el martes en vez del miércoles. Total que me comí yo los pasteles, los dos suyos, y los dos míos, y me acerque hasta El Corte Ingles para completar la tarde comprando el regalo por el cumpleaños de mi madre que es el domingo. Para impresionar a mi madre, le compré un bolso fantástico, seiscientos euros. En realidad, volvía para casa agarrándome al objeto de lujo para no perderlo y realizando una anatomía sicopatológica de la compra, porque jamás en mi vida de antes manejé mi tarjeta para una adquisición de similar importe en ropa de vestir ni complementos. Enmascarillado, deduje que el exceso de azucar y la pandemia, y estar enamorado de Elena brutalmente me habían afectado, y recordé que quedaban 34 euros en mi libreta de ahorro para pasar los quince días.
18 de setiembre.
Quedé con Marta en la plaza circular para cenar. El miércoles a las siete. No llegó. La llamé. Le envié un whatsapp. No contestó. A las once me envió un mensaje para decirme que disculpara que su madre se había puesto enferma y que tuvo que acompañarla a urgencias y que mas tarde me llamaría. Es sábado y no me ha llamado aún. Marta es amiga reciente, la amiga de una compañera de la oficina, Noelia, a la que conocí porque un día vino a buscarla al salir del trabajo y tomamos unas cervezas en la plaza de las batallas. Noelia y yo estamos recién divorciados los dos, disponibles y dolidos, bastante salvajes, y hemos quedado a solas en varias ocasiones. Sin Noelia. Sin que Noelia lo sepa. En secreto y a escondidas para no dar que hablar. Con el pretexto elaborado para dar explicaciones si nos viese, “acabamos de encontrarnos”. Marta vive en la calle Salud, yo vivo en la calle Panaderos. Es probable que Marta se haya cansado de mí, o haya conocido a alguien o vuelto con su ex. Es probable que a Marta lo nuestro le sepa a poco o a nada, en realidad no soy ni un gran amante ni un gran amigo ni tengo mucho que aportar.
10 de setiembre.
Decidimos dejarlo al azar, “que sea lo que quiera el Duero”, dijimos, y ya tenemos cuatro hijos, Arturo (14 años), Natalia (12), Marcos (10) y Paula (8). Seguimos dejándolo al azar y no le ponemos control a nuestra activa sexualidad, “Luis, que sea lo que quiera el Duero”. Juega a nuestro favor que heredamos la casita grande y con terreno en Puente Duero, que Luis y yo somos funcionarios de la Junta, que nuestras familias hicieron fortuna en negocios de vino y pan. Tenemos dos coches. Yo tuve embarazos fáciles. Las criaturas crecen saludables, comen bien y nos dejaron dormir. Nosotros ejercemos la patria potestad de una manera relajada y comoda. Ellos aprendieron y nosotros les enseñamos, a compatirse en equipo. Y aqui, en Puente Duero, nuestra vida es facil. Ellos con sus amigos exploran por ahi, también en bicicleta, en cada estación del año con sus tareas propias. Luis y yo salimos a correr por el Pinar de Antequera, y nos encanta hacer las rutas de naturaleza, pueblos , lugares y gastronomía. Luis y yo tenemos aqui nuestro cuadrilla, con mucha vida social. No te conte de Triski y Tralu, nuestros dos perros, ni que tenemos conejos y gallinas, y una pequeña huerta para nuestro consumo familiar. No te conte que llevo once dias de retraso con mi regla.
9 de setiembre.
Tú le has visto, yo le he visto, muchos le hemos visto, a él, el hombre que mira todo el dia, cada dia, las vias del tren. Dicen que esta loco, no lo parece. Cuentan que espera a un amor que se fue, cuentan que trabajó en oficios de ferrocarril, conductor, revisor, mecánico… cuentan que fantasea con los viajes que no pudieron ser. Hay quien dice que su hijo murió, que fue atropellado una tarde al cruzar. Cuentan que registra mentalmente los horarios exactos de las circulaciones. Muchos le hemos visto en la estación, en el arco de ladrillo, mirando desde la calle Gipuzkoa, desde la calle Estación, desde la calle Salud. Todos los dias. Yo ayer le vi en la estación Valladolid – Universidad. Cuentan que su madre le abandonó en un vagón.Él siempre impecable, anónimo y silencioso, vestido de trajé. Yo me atreví, le pregunte, no me quiso responder, pero si me contestó. Cuentan que también desde su casa mira los trenes pasar, que apenas duerme. Cuentan que le jubilaron de manera anticipada en la Renfe, y que arrastra dolor. Me dijeron que a veces hace fotos con el movil, yo nunca le vi. Siempre está solo, afeitado, con sus gafas de sol en verano y su botella de agua. Le recuerdo desde niño, ¿tendrá sesenta y tantos?. ¿Tú conoces su verdadera historia?
8 de setiembre.
Yo tenía dinero, pero una vida muy aburrida, herede de mis padres 4 millones de euros, tenía un trabajo fácil, pero me aburria mucho, tanto que me llevó a la tristeza, casi a la depresión. Yo tenia el dinero en una única libreta de ahorro ordinaria, en la sucursal del Banco de Santander de mi barrio, no era amigo de operaciones financieras. Yo ya era un cincuentón sin pareja, ni hermanos, ni sobrinos ni hijos, ni padres ni abuelos, y pensé en hacer el testamento, pero, ¿a favor de quién? Yo tenia cuatro pisos, los de mis abuelos, en el paseo Hospital Militar, en el Paseo del Arco de Ladrillo, el de mis padres, en la calle Puente Colgante, y el mio, en la calle Gabilondo. No tenia muchos amigos, de hecho, ninguno de mis conocidos merecía este honor, lo reconozco, era muy raro, y ninguna de mis ex-novias recibiría mi herencia. No era tacaño, y gastaba en lo que tenía que gastar, sobre todo viajes, y algunos caprichos: los coches, la tecnología y los vinos. ¿Para quién mi herencia? Me llevó tiempo responderme. Cuando me diagnosticaron los tumores de vejiga, y una muerte próxima, yo ya habia constituido la Fundación, seleccionado su misión, “promover, proteger y difundir el rio Pisuerga, su historia, ecosistema y culturas”, elegido los miembros de su patronato, y adjudicado, via testamento, todos mis bienes a su favor. Fallecí el 29 de julio de 2018. Tenía 57 años. Tiraron mis cenizas al rio y me colocaron una placa.”In memoriam. Roberto Pisuerga”.
7 de setiembre.
Cantaba Coque Malla, “Santo, Santo” y nosotros en el patio de la hospedería de San Benito en Valladolid porque era la noche del 21 de julio en el 16. Nosotros éramos nueve y yo la vi llorar en tres canciones. Mientras, las otras guardaban con el móvil los momentos, ella llorando. Luego me contaron las historias de sus lagrimas, aun no se la real. Miguel me dijo que su hermano murió el año pasado, y era Coque su cantautor. Coral, que rompió con su novio hace dos meses. Nina, que las canciones suaves no son las convenientes para los momentos de fragilidad y depresión. Marta, compartiendo su proximidad con las canciones que acarician el alma. Manoli porque Coque expresa purezas de amor. Esmeralda adivinando relatos de aventuras ansiosamente imaginadas. Yo que no llore públicamente me emocione por las piezas que componen obras de belleza. Él cantaba, y Ezequiel extrapolando. Ella lloraba porque dice Román que está muy enferma. Las bandas instrumentadas adornan los aires de todos los días con la acústica que nos remueve. La noche, fresca, el lugar, precioso, con historia y con historias, uno de esos espacios con estrellas, también en el cielo. La banda acompañando los temas de la vida. En el patio.
4 de setiembre.
Mi chica de la mermelada se llamaba Rosa, tenia 33 años, trabajaba en el Panekia de la calle Panaderos, y estuvimos juntos seis meses, a punto estuve de enfermar de diabetes. Desde la segunda semana de nuestro encuentro casual, comencé a dormir en su piso las noches de viernes, sábado y domingo. Tuve que mentir a mis padres, todavia controladores y dominantes, aunque yo ya tenia 43, les dije que la abuela de mi amigo Pedro estaba muy enferma, que él la cuidaba, y que yo, buena persona, le acompañaba generoso. En realidad Rosa y yo nos encerrábamos en casa a modo sicopatas, veiamos cine Mandarín, cocinabamos Turke, dialogabamos sobre los filosofos de la dinastia Trenka, construiamos puzles de ferrocarriles, tejiamos colchas de flores, roncábamos como alimañas y nos animalizabamos en las copulas. Post actum, nos tomabamos las tostadas con mermelada: de ciruela. Para desayunar, tostadas con mermelada de naranja. De postre, en la comida, tostadas con mermelada de limón. En la merienda tostadas con mermelada de mora. De postre, en la cena, tostadas con mermelada de platano. A modo de trastorno de personalidad, repetitivo y ansioso, estupidamente gratificante, paranormal, también morboso. Gilipollas y absurdo. Por pudor no confesare las utilidades multiples de la mermelada. Yo estaba depresivo por mi trabajo de mierda, por eso me vicié en esa relación pegajosa. Un 23 de noviembre su marido regresó de Mozambique, yo ni idea de que estaba casada, y mi vida se quedó mas insipida. Cuando su marido marcho al Congo, Belga, ella volvió a llamarme, yo para entonces ya estaba desintoxicado, era fóbico a la sustancia, por terapia de choque, y rechacé su oferta.
3 de setiembre
Salí de la estación de tren, venia de Madrid, gire a la derecha, luego a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda, y llegué al portal de la calle, el 33. Sexta vez de este itinerario urbano por Valladolid desde que conocí a Cristina en el café, calle Prosperidad de Madrid, ella pasaba una semana de vacaciones en el piso de su prima Isabel. Yo vivo en Prosperidad. Cristina en el cuarto izquierda, con vistas a la plaza. Lo diferente de la sexta vez es que hay menos emoción que en la primera, es lo que creo yo. Ya me duche en su baño, me tumbe en su sofa, comí en la vajilla naranja y en la mesa de comedor, levanté las persianas del dormitorio y corrí las cortinas, inspeccioné su congelador, puse el lavavajillas, abri los cajones de la mesilla, apague la luz, me tropecé con la alfombra del salón, y entré en su cama personal. Te confesaré que he iniciado operaciones de dominación: cambiamos la marca de papel higiénico, ahora es Alimerka, y de champú, ahora es Nivea, cambiamos el lugar de los platos y cazuelas en el armario, ahora desayunamos magdalenas, cambiamos las cortinas de la ducha, leemos “El Norte de Castilla”, y hay un nuevo orden de canales en el televisor.
24 de agosto.
Llámame, por favor, llámame”. “Llámame, por favor, llámame”. Coral hizo el recorrido desde la plaza Marcos Fernandez de Parquesol, con esta plegaria. “Llámame, por favor, llámame”. Escuchaba las canciones de Snow Patrol y obsesivamente vigilaba su móvil. De batería, bien. Alta cobertura. “Llámame, por favor, llámame”.Hasta la plaza de las batallas hay un largo viaje a pie, y mas con las expectativas desbordadas. Si tú lees este relato acompañado de las canciones de Snow Patrol comprenderás lo que se siente cuando alguien a quién amas con locura, no llama. Anocheciendo en Valladolid en esta tarde de junio, en frases cortas pero ansiosas, con pensamientos densos, para un trayecto de mas de una hora, de cinco kilómetros. En la plaza Juan de Austria sonó el teléfono pero era su hermana. “Llámame, por favor, llámame”. En la plaza de España sonó el teléfono pero era su madre. “Llámame, por favor, llámame”. En la plaza San Juan sonó el teléfono pero era su amiga Marta. Llegó a destino. Llego a la plaza de las batallas. Tu también has llorado como lo hizo Coral ese día de junio en la plaza. Rabiosamente en silencio. Abrazando la nada. Lagrimas acompañadas de canciones tristes. “Open your eyes”. “Chasing cars”. Sonidos rellenando los vacios. Era ya tarde. Coral se escondió tras la careta del fingir. Entró al portal. Cogió el ascensor. Tocó el timbre. Ellos, sus padres, abrieron la puerta. Y sonrió con alegre intensidad teatral.
21 de agosto.
La noche que sonó el teléfono para escupirme que te habías muerto, yo freía unas empanadillas de atún para la cena. En la cocina. Nos habíamos despedido en el desayuno y organizado el día, el dentista, el fútbito, el repaso de las lecciones de historia para el examen, las mochilas, la reunión con su profe, el regalo de tu madre,… En la cena del miércoles, mientras combatíamos porque no querían merluza ni ensalada, cerramos las planes para el puente del 1 de noviembre. El domingo discutimos. El lunes hicimos el amor. El martes pasamos por el supermercado El arbol. Te empeñaste en comprarte el reloj. Te olvidaste de pasar por la frutería. El viernes, tú le recogiste en la catequesis. La misma iglesia. Y aun sin reparar las humedades del baño, sin desatascar el fregadero de la cocina, sigue cojeando la mesa del salón, la persiana cierra mal, y las palomas frecuentando el balcón. No encuentro las claves de tu blog, ni de tu Facebook. ¿Qué hago con ellos? Te fuiste, y no cambiamos la lavadora ni colocaste los halógenos del pasillo, ni pintamos el salón de azul cielo. No hay canciones. No puedo entrar en nuestro café de siempre. Es lo que hay.
18 de agosto.
Me ingresaron la paga extra de julio, el día 11, y la noche anterior soñé que sería afortunado en el bingo. Lo creí. Así pues, al salir de trabajar a las seis, el día 11, procedí a comprobar la credibilidad de mi sueño. Por razones que desconozco, un rato después de probada fortuna había perdido los 1343 euros de la paga extra destinados a las vacaciones familiares, de agosto, con playa, en Santander. Triste día once de julio en Valladolid. Se trataba ahora de informar a mi esposa y mis dos hijos de la tragedia, es decir, que siguiendo una señal nocturna, desprovista de toda clase de sentido común, que me garantizaba un premio de 73.567 euros, yo había apostado en el bingo los 1343 euros de la paga extra destinada a nuestra felicidad familiar. Si hubiese obrado con mas cabeza, podría haber elaborado relatos alternativos para liberarme de las críticas y rencor de esposa e hijos, aunque no de mi culpa y mi dolor: unos atracadores me forzaron en el cajero, sufrimos un ataque digital a nuestra cuenta bancaria, por la crisis de la empresa nos han anunciado que no cobraremos la paga extra… Pasé por el Vanoa café para mitigar la desgracia con dos cañas, antes de subir a casa y rendir cuentas. Me arrastré escaleras arriba, retrasando la llegada. Toque el timbre, arrepentido, humillado, desde el atolladero de la vergüenza, frágil, miserable,…Abrió la puerta mi hijo Lucas, excitado, mi hija Lidia contenta también detrás, habíamos ganado 73.567 euros en el euromillones de ese viernes. Ya no te cuento más.
9 de julio.
Decidimos dejarlo al azar, “que sea lo que quiera el Duero”, dijimos, y ya tenemos cuatro hijos, Arturo (14 años), Natalia (12), Marcos (10) y Paula (8). Seguimos dejándolo al azar y no le ponemos control a nuestra activa sexualidad, “Luis, que sea lo que quiera el Duero”. Juega a nuestro favor que heredamos la casita grande y con terreno en Puente Duero, que Luis y yo somos funcionarios de la Junta, que nuestras familias hicieron fortuna en negocios de vino y pan. Tenemos dos coches. Yo tuve embarazos fáciles. Las criaturas crecen saludables, comen bien y nos dejaron dormir. Nosotros ejercemos la patria potestad de una manera relajada y comoda. Ellos aprendieron y nosotros les enseñamos, a compatirse en equipo. Y aqui, en Puente Duero, nuestra vida es facil. Ellos con sus amigos exploran por ahi, también en bicicleta, en cada estación del año con sus tareas propias. Luis y yo salimos a correr por el Pinar de Antequera, y nos encanta hacer las rutas de naturaleza, pueblos , lugares y gastronomía. Luis y yo tenemos aqui nuestro cuadrilla, con mucha vida social. No te conte de Triski y Tralu, nuestros dos perros, ni que tenemos conejos y gallinas, y una pequeña huerta para nuestro consumo familiar. No te conte que llevo once dias de retraso con mi regla.
8 de abril.
Desde la terraza del salón veo el Pisuerga, y el puente Mayor y el edificio Duque de Lerma y la playa de las Moreras. Hoy con viento, frio y lluvia. Edificio EULZA. Vivo en el 24 C. Te informó que compré este piso cuando saqué mi plaza de funcionario en la Junta de Castilla y León. Ahora vivo aquí con Paola, mi mujer, y con su hija Lidia de siete años. Después de divorciarnos de nuestros ex nos encontramos en el gimnasio y llevamos tres años viviendo juntos. Paola es enfermera en el hospital, la conoces, ella es Usera, de Madrid, hasta que sacó la oposición. Te informo que mi padre vive en Parquesol, mi madre en Delicias, en el piso de siempre, en la calle Salud, con vistas a las vías del tren. Los padres de Paola siguen viviendo en Usera. Mis padres quieren mucho a Lidia, la tratan como una nieta. Te informo que soy hijo único. Te informo que Paola y yo queremos tener otro hijo, estamos en ello, insistiendo de manera organizada en los días fértiles, rigurosos con la agenda y en el desempeño. Lo llevamos intentando un año. Te informo que ya tengo ganas de copular sin someterme al calendario, que de esta manera he perdido interés y entusiasmo, y a veces me cuesta manejar el instrumental.