HIRIE TUDELA

CUADERNO  DE HISTORIAS

Un proyecto de Mikel Hirie


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MARGA.

Me llamo Marga y vivo en el rascacielos EULZA, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas junto al paseo de Invierno de Tudela de Navarra. Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.


14 de setiembre.

Pasamos la noche juntos, la primera, en el hotel Ozoe Tudela de Navarra. Junto al puente, a dos minutos de la Iglesia de María Magdalena y el paseo de El Cristo. El 30 de mayo, 2010. Vistas al Ebro. Habitación 673. Sexta planta. Llegamos a las nueve de la noche. Nos fuimos a las nueve de la mañana. 12 horas. Nos encontramos en un bar de la plaza de los Fueros, primera cerveza. La segunda, la tercera, la cuarta y la quinta, fueron por aquellas calles de allí, y luego fuimos al hotel, a las once. Encendimos la televisión. Ella se ducho. Me duché yo. Miramos por la ventana al Ebro. La habitación muy amplia, con un ventanal gigante frente al rio, en una habitación en tonos granates, cubrecamas, cortinas, cojines,…a juego con su ropa interior. Yo le pregunte si ya había estado antes allí, por la coincidencia, ella contestó que no. Abro y cierro paréntesis, omito los detalles. Ella Nuria, yo Martín. La banda sonora fue de Enya, a ratos, también el silencio de nosotros. Suave. Tierno. Lento. Sabíamos que nos iríamos a las nueve, para no repetir. Dulce. Mágico. Frágil. Desayunamos juntos en la cafetería del hotel. Y regresamos. Y ella se fue. A Zaragoza. Yo a Irún. 


4 de abril.

Desde el 31 A del edificio EULZA en Tudela de Navarra se ven las huertas, el Ebro, y los tejados de las casas. Es mi apartamento de vacaciones y escapadas. Lo compré hace seis años, pequeño, pero funcional. El miércoles me llamaron porque entraron a robar, poca cosa se llevaron porque no había más, una radio, una cubertería nueva, aun sin estrenar, y un reloj del salón, el de mi abuela Rosa, antiguo, antigüedad. Llamé a Arturo y le pedí que me acompañara a inspeccionar, y que luego comeríamos por ahí. Dijo que sí. Quedamos a las once y pase a buscarle por su piso. A la una ya estábamos en Tudela. Recogimos las llaves nuevas del piso que tenía Marta, la del cuarto A, y subimos. Aparte del rastro invisible de los asaltantes, en el piso todo estaba en su lugar. Veinte minutos después ya caminábamos por el centro, de cañas, y bastante a lo loco. Aparte de que era primavera, era un domingo frio, pero las familias ocupaban las terrazas y las calles. Para rebajar el alcohol en sangre comimos, ensaladas. Para recuperar energías, tarta al whisky y café solo con hielos. Para aprovechar el día, antes de volver a Santander, tuvimos sexo en el sofá.