14 F.

Me llamo Marga y vivo en el rascacielos HIRIE, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas de la calle Gorbeia de Vitoria. Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.


5 de diciembre.

Me crucé con Ramón y Pedro ayer que era sábado. Se estaban despidiendo. Eran las ocho de la noche, pronto, pensé. Los vi mas mayores. Por la casualidad caminé detrás de Ramón hasta que llegó a su portal. Le seguí con la mirada para fijarme en los detalles: pantalón vaquero, zapatos antiguos negros y de cordones, y un anorak negro. Ha perdido mucho pelo. Ramón sacó las llaves y abrió la puerta del portal. Yo continué por la acera suponiendo sus próximos movimientos: ascensor, abrir la puerta de su piso, descalzarse y ponerse las zapatillas de cuadros marrones, quitarse la ropa en la habitación almacén para vestirse el chandal gris. Le vi también en ropa interior:  slip blancos clásicos, Abanderado, sin apertura, y calcetines azul oscuro. Y después encendería el televisor. Y preparar la cena, organizadamente, sopa con fideos y el lomo que sobró. A cenar a las nueve, con las noticias de la tres. Y con un flan, de huevo. Ramón (56) y Pedro (58), son amigos, solteros los dos. Y quedan casi todas las tardes, para pasear, y conversan, se conocen bien. Han renunciado a enamorarse. Regularmente con el coche de Pedro se abastecen en el Carrefour. Todos los domingos Ramón come con sus padres. Pedro come con sus padres dos veces al mes. Ramón es agente de seguros. Pedro administrativo en la Junta.


4 de diciembre.

He visto a Marta con Enrique. Creo que el mes que viene harán ya tres años de casados. Ella ahora es muy católica, tiene dos hijos, y participa de las eucaristías, liturgias, convivencias, celebraciones, cursillos y ceremonias. La he visto en el funeral de su hermano Juan. No estaban sus hijos, pero es que son muy pequeños: Marco tiene 1 año y Rosa dos. La noté mas seria, amable pero distante, cuando me acerqué para decirle que sentía lo de su hermano. Saludé a Enrique también. A mi me fascinaba aquella Marta de hace siete años, divertida, suelta, atrevida y exploradora. Yo no debí haberla sido infiel con Laura,  lo nuestro hubiese sido un viaje inagotable y apasionado, con hijos también. La recuerdo emocionada en los planes y vital, muy vital. Fueron mis tres mejores años, sin duda, viviendo juntos en mi piso los fines de semana, poco, porque éramos aventureros en noches de fiesta y en viajes. Éramos intensidad arrolladora, La contagiábamos. Recuerdo tanto el sexo con ella. Se rompió porque fallé. Luego llego a mi vida Isabel, para quedarse, con menos luz y menos deseo. Luego a la vida de Marta llego Javier, para una temporada, tan tranquilo y tan serio, equilibrado y sensato, caballero, educado, asegurando porvenir. Yo insistí para recuperar a Marta, pero lo roto no era reparable. Y cuando Marta terminó con Javier, apareció Enrique.


3 de diciembre.

Estuve con Marta en Tunkumego. En julio, 2014.  Estuvimos muchos días en la playa de Tebook: arenas blancas y aguas turquesa. Conocimos y practicamos el Ziyanché.  Desde nuestra habitación del hotel veíamos el mar, nos excitaba provocando la inspiración. Fue su regalo de cumpleaños, muy generoso porque invertí en el todos mis ahorros, lo acumulado hasta entonces. Fue una idea brillante aquel viaje porque aunque ahora Marta es la esposa de Enrique, la madre de Marco y Rosa, todo lo que sentimos allí nunca lo podremos olvidar. Fueron quince días con catorce mañanas, tardes y noches. “Sol en la cara”. ¿Fueron los efectos de la tarta de Zeguá? ¿Fueron afrodisiacas nuestras excursiones? ¿Alteró nuestro ánimo y nuestra conciencia el licor de Zankuk?. “Ropa de cama de hotel”.  ¿Fue la conexión con aquellas técnicas ancestrales las que nos liberaron? Luego recordabamos enloquecidos aquellos días, las noches de sábado, en el Zupak club. Teníamos 26 años recién cumplidos, los dos, del día 14, yo de mayo, Marta de junio. ¿Serían los influjos de este nuestro número mágico? Catorce. Aquel 14 de julio de 2014 fue el mejor día de mi vida, ella me dijo que también. Volvimos muy morenos , “brillo dorado en la piel” . Volvimos agotados por un cúmulo de experiencias y de estímulos: frenesí y“olores de vida plena”. *Y con la música y la letra de Copacabana   Izal.


24 de noviembre.

Yo vivo en la plaza de Zaldiaran de Vitoria, Iratxe, mi novia, vive en la calle Doctor Areilza de Bilbao. Y nos conocimos en un curso de meditación que hicimos en la calle San Martín de Donostia. ¿Lo has probado? De lunes a jueves vivimos cada uno en nuestro piso, y los fines de semana los compartimos, de viernes a domingo, uno en mi piso, otro en el de Iratxe. Los viernes al salir de trabajar ella o yo cogemos el autobús para convivir. El plan incluye comida familiar los domingos, en casa de sus padres o de los míos. Así llevamos cuatro años. Para ampliar las experiencias me ha propuesto Iratxe que pasemos un fin de semana al mes en San Sebastian, y a mi me parece buena idea. Pensando en el futuro, aun no lo hemos pensado, pero resultan muy motivadores, en todos los sentidos,  los encuentros de los viernes. Para facilitarnos la vida, en su casa y en la mía, ropa mía y ropa suya. La habitación de Iratxe, con balcón a la calle, es más cálida y confortable que la mía. Ella prefiere mi televisión y mi sofá fucsia. En mi despensa y mi nevera siempre encontramos con que entretenernos, da igual que sea verano o invierno. “Mikel, no compres más de eso”, me dice arrepentida después. Ayer hicimos una lista con mis cosas que están en su piso, y las suyas en la mía, y nos reimos mucho. 


21 de noviembre.

Gracias al Pinzang de Zeing Yank he conseguido liberar mi vida de las tensiones y las presiones que invaden mis ruinas y rutinas cotidianas. “Es un pensamiento paradigmático que conduce a la acción, incide en los hábitos nocivos y nos aporta herramientas, competencias y valores para alcanzar la felicidad” dice la doctora Zeing. “Son prácticas primitivas, arte-sanales, sensitivas, que afectan a nuestro sistema nervioso, muscular y neurológico, irradiando energía” dice la doctora Yank. “Son impactos eléctricos que descomprimen los puntos, áreas y zonas lesionadas y estimulan los nodos para expandir vitalidad, satisfacción, armonía, placer y felicidad”, expone la doctora. “El Pinzang es sabiduría ancestral disponible para mentes abiertas que escuchan para crecer y avanzar”. "Porque cuando los sensores de la capsulas zeticas de nuestras neuronas sincronizan con los transmisores neólicos de nuestro sistema emocional se alimentan los conectores fíbricos irradiantes en los capilares ambinuós". Son momentos únicos: fluido, divertido e intenso. Practicar el Pinzang ha cambiado mi vida, abstraerme al krigma es una experiencia vital amplia y plena para flotar en plenitud y libertad. Sin duda, en el libro «Las instrucciones escondidas» de la doctora ecuoatoguineana afincada en España Zeing Yank he encontrado las soluciones y respuestas que estaba buscando desde siempre.


20 de noviembre.

“Rosa. Quiero que me devuelvas ya los mil euros que te presté hace un año por estas fechas. Desde diciembre, antes de navidades, te los estoy reclamando y te haces la tonta, siempre con pretextos y con excusas, pero te comprometiste a devolvérmelos antes de febrero. Yo fui generosa contigo pero tu me tratas de estúpida. Yo no se si en realidad fueron para comprar la lavadora y la nevera como me dijiste, porque no te veo muy agobiada con el dinero, habéis hecho vacaciones de verano, marchaís de fin de semana muchas veces, tenéis furgoneta y tele nueva, los chiquilllos estrenan ropa y juguetes a menudo, y se os ve mucho por ahí, de cena y de festejos. He sido discreta hasta ahora y no le he contado de esto ni a tus padres ni a tus hermanos, ni por el barrio, pero voy a tenerlo que hacer. Yo necesito ese dinero ya, y no tengo que darte explicaciones porque el dinero es mío, es nuestro, y mi trabajo me ha costado hacer esos ahorros. Eras mi amiga y me fie de ti, tanto que no firmamos ni papel ni nada. ¿Sabe tu marido de este dinero? Espero que antes de diciembre me lo devuelvas. Natalia”.


18 de noviembre.

Mi novio era guapo, muy guapo, y digo que era no porque ya no sea guapo, que lo sigue siendo, lo digo porque ya no es mi novio. Nos conocimos en una fiesta de mi amiga Laura, nos aproximamos porque nos excedimos con las copas, y luego quedamos al día siguiente, al siguiente, y al siguiente. Así durante semanas. Yo para el día 11 ya quería que me quitará las braguitas fucsias, pero hasta el día 84 no pudo ser. Yo que estoy disponible para el sexo ligero en las primeras citas consideré esta novedad como un estímulo para mis fantasías y deseos. No tuvimos sexo, pero tampoco insinuaciones. Nuestros besos fueron más familiares que de pasión. Mi novio, el guapo muy guapo, Javier, pareciera que no estaba interesado por nuestra intimidad, Nada de roces. Nada de picardías. Nada de confidencias sexuales. Nada de nada. Javier, elegante, cuidadoso, conversador y generoso, divertido, un amor. Pero nada de lo otro. El día 69 le pregunte de modo directo, y ni era virgen, ni homosexual, ni padecía impedimento por alergias o falta de erección. El día 70 le pregunte por la carencia y dijo que llegaría, sin mas rodeos. Llegó el día 84, 22 de junio, en el hotel OZOE de Zaragoza. Después yo ya no quise repetir de aquello. Seguimos siendo amigos, pero con la amistad me es suficiente.


17 de noviembre.

Hubo una temporada hace seis meses, que estuve con Natacha. Un mes. Ella era la cajera del supermercado de mi barrio, y por extrañas circunstancias que escapan a mi control, y porque a mi me gusta hacer compras todos los días, coincidíamos allí. Ella era (y seguirá siendo) una muchacha muy extrovertida, y fui escuchando sus pequeñas conversaciones con la clientela, y manejando datos, para llegado el día, ampliar mi sonrisa agradable, y aumentar el número de palabras, frases y diálogos con ella. Llegó el día. Yo ya por entonces manejaba unos apuntes que me había hecho con 33 reglas básicas que fui aplicando en mi paso por su zona de control, en esos minutos que compartíamos inicialmente: deposito de artículos, embolsado y abono, casi siempre con tarjeta. También por aquello de las extrañas circunstancias, en cinco ocasiones sonó en el hilo musical “Caminante” de “Las Bistec”, banda sonora para mi interpretación. Comencé a llamarla por su nombre, en un susurro sutil elegante, sin invasiones. Elegí mi vestuario para bajar al supermercado. Seleccioné artículos alimentarios que proyectasen lo mejor de mi, y fui progresando en mis atenciones interesadas, mostrándole mi delicada curiosidad…. “No estoy de acuerdo contigo, pero me parece razonable lo que dices”. “Yo prefiero a Izal”. “¿Pasas mucho frio aquí tan cerca de la puerta?”. “Un día te lo explico mejor…” El 11 de setiembre nos tomamos el primer café, y luego treinta días más


16 de noviembre.

Tenia miedo de salir a la calle. Se me metió en la cabeza que un coche me atropellaría de la manera mas absurda. Se lo conté a mi médica del centro de salud, de una manera creíble, y avaló una baja laboral por enfermedad mental. Me propuso atención sanitaria especializada, y hacer uso de mi seguro privado: sicólogo, siquiatra y medicación. No fui. Mi trastorno duró seis meses. Se me metió en la cabeza qué en un paso de cebra, o por un volantazo inesperado, de una manera imprevisible, un vehículo acabaría con mi vida. Mi novia, mis amigos y familiares me visitaban, y yo no mostraba signo alguno de enajenación, el problema era transitar cerca de cualquier carretera. Afortunadamente en los bajos de mi edificio hay un bar, con terraza, junto al portal, en la plaza, alejado de los coches. Pude así, con aval médico, practicar una vida cómoda de hogar y terraza de bar. Las compras en el supermercado, por internet. Mi trabajo, de operario, presencial, impedía mi asistencia. Fueron seis estupendos meses de vacaciones en mi edificio que aproveche para leer, cocinar, montar puzles y aprobar las seis asignaturas de abogacía por la Uned. Fueron seis meses increíbles, sin trabajar, de enero a junio. Y luego llegó el verano y las vacaciones. Nos fuimos a Canarias aquel año.


15 de noviembre.

¡Qué disparate! Me repitió mi suegra más de veinte veces en menos de una hora, en nuestro segundo encuentro. ¡Qué disparate! porque le decíamos que nos íbamos a vivir juntos seis meses después de conocernos. Yo ese día comprendí qué para mi suegra, la madre de Roberto, meterse en las vidas de todos y opinar sobre todo era una de sus principales aficiones. Y no solo en mi vida, también en la de Marta y Pablo, los hermanos de Roberto. También en la del vecindario, familia, conocidos y amigos. Y Marisa, mi suegra, continuó opinando semanalmente sobre nuestras relaciones íntimas, sobre los edredones de las camas, sobre los planes de vacaciones, el cambio de coche, nuestras comida y manera de cocinar, los gastos que hacíamos, los amigos, mi madre y mis hermanos, los trabajos, la ropa que vestíamos, nuestras posiciones políticas, … Roberto no se molestaba por ello, es más lo consentía. En ocasiones decía cosas que estimulaban su entrometimiento. Sus hijos no le habían parado los pies, la cuidaban muy en exceso desde que enviudo. Afortunadamente mi suegra murió de un infarto al año de empezar mi noviazgo con Roberto. Dejé a Roberto dos meses después, su carácter insulso era insuficiente para mis expectativas como persona, mujer, esposa, compañera y amante.


13 de noviembre.

En el 99 yo era el vocalista de una banda de música, “Elecciones nucleares”, con unos temas potentes, un éxito incipiente in crescendo, seguidores y fans, un programa de eventos añadidos, un circuito de conciertos interesante, y multitudinarios, apariciones en los medios digitales, radiofónicos, mediáticos, contactos, acceso a personas y lugares relevantes, chicas y chicos que deseaban conocerme y nos conocíamos. Éramos indies, yo escribía frases: “Y en un minuto veloz todo se nos derrumbó”, y luego la cantábamos, y lo coreaban todas, y todos. Yo escribía frases: “Era la secuela de una relación perseverante pero desequilib, "Romance de rada que nos hizo estrafalarios de una manera incomoda, inmadura y sin mesura”, y luego la cantábamos, también ellos. Yo escribía frases: “No fue un colapso ni un pretexto para romper lo nuestro pero vivimos en la inopia de un comportamiento atroz, el colofón de todos los efectos”, y lo cantábamos. Escribí también. “Quisimos romper nuestra zozobra de una manera articulada pero no hubo trayectoria”, y lo cantamos. Tuvimos camisetas y sudaderas y bolsas que luego veíamos por el metro, en los autobuses y en las noches de desenfreno. Editamos unas postales que se pusieron de moda, “la colección mágica de palabras molonas”, eran de colores, invitamos a enviarlas, y a hacer una revolución personal con todas ellas, “en la vía 4”. Secuela, pretexto, coherencia, zozobra, articular, expectativa, inopia, ... Nos fuimos consumiendo hasta que dejamos de molar, y nos disolvimos.


8 de noviembre.

Tenía un carácter demoníaco aunque le encantaba comprar cosas molonas, con esas frases sacadas de libros de autoayuda y desarrollo personal. Era la incoherencia personificada en diablesa. “Vive cada instante como si fuese el último”, pero no tenía tiempo para lo nuestro, porque aspiraba a ser una empresaria de éxito sentada en su mesa de ejecutiva y explotando al personal laboral. “Siéntete la princesa del cuento”, y cuento si que tenía, para salirse con la suya y enredarme, a mi y a todos, pero no en aventuras Disney sino en películas de terror con bichos que te atacan para desangrarte a modo zombi. Podría seguir con mil ejemplos, pero no quiero aburrirte. Llevabamos seis meses de novios. Yo por aquel entonces ya estaba cursando estudios filosóficos por varias ramas, budista, hindu y coreana. Practicaba Reiki, Taichi, ajedrez, padel, taekondo, meditación, msaje, yoga y Kilimandaro. Con el Kilimandaro descubrí que Nieves y yo éramos incompatibles, por cualquiera de las vias, chacras, neuronal, tikosenstible, sicogenética, fluida, radiante, emocional o genital, y quise cerrar nuestra relación de una manera, elegante. “Serás lo que quieras ser” le dije mientras escapaba a lo Houdini, ella tomaba una copa de ron con pacharán y menta, yo una infusión manguinesa. Ella lo entendió y me propuso que continuáramos viendonos. Yo le dije que sí, pero luego los estudios filosóficos, el Reiki, Taichi, ajedrez, padel, taekondo, meditación, masaje, yoga y Kilimandaro me lo impidieron.


6 de noviembre.

Iba yo en la plaza 29 del autobús. Ventanilla. Todos los asientos ocupados. Calor. Lluvia en la carretera. Salimos a las 15 de Bilbao para llegar a las 17 a Burgos. Con la compañía Alsa. A mi lado, asiento 30, pasillo, un chico, Ibai. De mas de 20 y menos de 30. Muy guapo, rubio, ojos verdes, de mirada penetrante. Pantalones vaqueros grises. Zapatillas azules. Calcetines verdes. Sudadera verde y gris. Habló varias veces por teléfono con una chica, su chica, Idoia. Y le dijo de las ganas que tenia de verla y jugar al futbolín, que llevaba un regalo que sabía le iba a gustar, que esa noche saldrían por ahí, confirmaba que ella le iría a buscar con el coche, lamentaba tenerse que volver el domingo a Bilbao, le recordó que su bus salía a las 18.30 , preguntó si sus compañeras de piso se habían marchado al fin, creí entender que si. Ella le dijo que debía llevar el coche al taller, que irían a comer hamburguesas al sitio que descubrió con sus compañeros del laboratorio. Idoia le dijo que tenia una sorpresa para él. Iban se durmió cuando pasamos Pancorbo. Se apoyó ligeramente en mi. Sentí su calor y envidie lo afortunada que era Idoia.


30 de octubre.

Hay muertes rápidas, lentas, previstas, Inesperadas, silenciosas, dolorosas, vacías, complejas, solitarias o acompañadas. En el hogar, en la habitación de un hospital, en mitad de la calle,… La muerte de Eva por ELA era esperada desde hacia mucho tiempo, desde el diagnóstico. Esclerosis Lateral Amiotrófica. Eva es muy joven para morir y la ELA una enfermedad muy cruel. Hubo muertes por sida, en aquellos tiempos del estigma, y hay muertes de niños, y en las pateras ahogados, salvajes también, pero la enfermedad de Eva nos revolvió a todos. Yo soy una amiga de siempre. Todos sabíamos que Eva iba a morir y que caminaba cada día hacia allí. Eva y yo estudiamos juntas en las concepcionistas del amor divino, el colegio del barrio. Ella era más inteligente y más guapa y mas resuelta. Conoció a Felipe, su marido, muy pronto, pero continuamos siendo amigos y cuadrilla. Luego Juan, mi marido y Felipe, también se hicieron amigos. Hemos estado ahi, ahora tambien. No es un suceso único ni inédito morir, tampoco lo es morir por ELA, pero yo elijo morir de repente, mientras duermo, una de esas noches que Juan esta de viaje por trabajo. Sin dolor ni sufrir. “Es difícil manejar las competencias y valores para afrontar la muerte, los duelos y los vínculos con las personas queridas”.


23 de octubre.

Él no era más tonto porque no tenía capacidad para perfeccionar su estupidez, pero le ponía empeño todos los días para comportarse como gilipollas integral. Él era un imbécil de esos que por fortuna no abundan porque de ser habituales las calles de la vida serían una mezcla de circo y zoo, de teatrillo de mamarrachos y de desfile de tarados cabrones, absurdos, patéticos, ridículos. Él vivía en el tercero izquierda de mi portal, desgraciadamente trabajábamos en la misma empresa, compartíamos lugar de cafés, panadería, farmacia, peluquería, y yo sabía que levantaba su apetito de machito en celo. Él era un miserable también, un cerdo, un malnacido, escoria humana, un tipejo podrido escondido detrás de su estilo elegante de camisas, zapatos, chaqueta y corbata perfumados. Ella era una pobre chica fragilizada e insegura, orgullosa de haber sido elegida por ese maldito mamarracho sin escrúpulos. Ella era preciosa, una de esas chicas que irradian belleza, que impresionan y llaman la atención, él la manejaba y exhibía caprichoso, maleducado, perverso y retorcido, sometiéndola. A él le encantaba que ella atendiese esclavizada todos sus antojos, que le sirviese, que viviese entregada, humillada y miedosa, confundida. Ella patológicamente destrozada por una infancia atroz. Ella buscando a la desesperada sentir amor. Ella envidiada por otras, no era más que un cuerpo fácil para un sicópata mediocre, de barrio, asqueroso y cabrón.


22 de octubre.

Me atropelló un coche esta mañana, nada grave, pero si un dolor gigante por el impacto en la pierna izquierda, por la contusión, no por rotura. Pasará rápido. En urgencias me hicieron placa y me revisaron muy diligentes, y me han recomendado que me tome la pastilla con regularidad para frenar al dolor. El chico se despisto, y me arrastró cuando yo cruzaba el paso de cebra. ¡Para haberme matado! El impacto fue tremendo. Yo con un susto impresionante, porque no resulta agradable encontrarte tirada en la calle, lanzada por un vehículo a motor, bajo los efectos del miedo a las consecuencias provocadas, y consciente de lo ocurrido, afortunadamente, parece, sin desenlace fatal. Llame a mi amiga Iratxe para contarle, al salir de urgencias, y ya de paso me contó que ayer noche tuvo una discusión muy grande con Pablo, su novio, entró en el relato de detalles, y que esto no puede seguir así, y que igual tienen que cancelar la boda porque mejor no componer lo que luego habrá que desjuntar. 45 minutos de conversación sobre su tema, 4 minutos para el mío. Llamé a mi amiga Paula para contarle, después de a Iratxe, y ya de paso me contó que había tenido una movida gigante en el trabajo, porque Raquel, su compañera, es una jeta de impresión, y que todo le cae en su mesa, y que es mejor ser tonta y vaga. 23 minutos de conversación sobre su tema, 2 minutos para el mío.


16 de octubre.

Para sobrevivir a la tristeza de mi soledad comencé a practicar el absurdo y es así como inicié la compra de papel higiénico en cantidad. ¡Llegué a almacenar hasta 50 paquetes de 12 rollos! Por una pequeña inversión de cien euros, lo equivalente a dos noches de hotel de categoría no superior. Practiqué el análisis de muestras para valorar la blancura, textura, absorción, suavidad, desenrollado, y disolución en el retrete, seleccionando en orden de 1 a 5 los mejores. Me interesé por los fabricantes de las marcas blancas, por los procesos de producción, el peso del sector en el PIB, el volumen de contratos laborales vinculados a estas cadenas de fabricación,… . Por aquel entonces yo estaba finalizando un master de investigación lo que me procuró las herramientas adecuadas para mi estúpido propósito y me ayudó a realizar las preguntas pertinentes, de un modo disperso, no focalizándome. Temporalmente hubo semanas que me centré en los aspectos más históricos, ¿cómo se fueron realizando estas tareas de higiene a lo largo de los siglos?, en otros periodos mi interés fue de naturaleza antropológica y cultural, llegando a establecer una geografía del papel higiénico. También investigué sobre los aspectos sicológicos y sociológicos de su uso. En mi último periodo, más compulsivo, derivé hacia el diseño de nuevos modelos de retrete, aunque para ello tuve que indagar sobre el mercado, la oferta y las tendencias. En aquella coyuntura fui siempre coherente con mi fragilidad, y aunque hay tantas opiniones como culos, aquella fue una fase de mi vida intelectualmente fructífera. Llegué a situarme como experto en papel higiénico, disponible para ser reconocido, valorado y útil al ámbito y sus desarrollos potenciales.


15 de octubre.

Te organizamos una fiesta multitudinaria por tú cumpleaños y en el momento de la tarta de café con velas sonó tu canción. Fue en el salón Zupak_ Para todos aquel era un evento especial porque arrastrabas el cansancio de una larga enfermedad terrible. Falleciste dos meses después y la canción que sonó, se convirtió en el himno de nuestra multitud. Nadie quiso llorar por fuera el día aquel, pero todos sentimos que compartíamos el adiós. Yo era tu pareja, ahora soy tu viudo, aunque suena fatal, tú estabas en la antesala del derrumbe total, yo ahora en este largo invierno. “Sálvese quien pueda” era tu canción. Tú decías que era el reflejo de un universo de oportunidades, la cruda realidad, la puta miseria de la convivencia, el desafío de avanzar, la suerte de sentir, vivir, amar, la estupidez, que resumía los parámetros, los códigos, los pretextos, la coyuntura, la coherencia, los principios, para el optimismo o el pesimismo total. Sonó también antes de que tu cuerpo fuese lanzado a incinerar. Tú decías que tu canción de Vetusta Morla te crujía por dentro, te ponía los pelos de punta porque reflejaba los itinerarios del devenir. El poder, el resistirse, el someterse. Rendirse. Placer. El bien y el mal. Sufrir. Alegría. Llorar.


13 de octubre.

Me amargó el día. No es sensato comprar un gel de baño sin probar antes su aroma porque va a acompañarte durante todo el día y puede joderte la jornada, y no solo la laboral, también puede interferir en tu vida social y sexual, desafortunadamente. Compré Jabix ayer en la tiendita de la esquina porque se me había terminado el que uso habitualmente, Sanex. Yo pensé que Jabix sería una buena imitación de Sanex, mas económico también, y tampoco sé porque estúpidamente los asocié con Javier y Santiago, los dos de tan buenos recuerdos. Sanex y Jabix, blancos los dos, de una textura similar, pero al salir de la ducha advertí una fragancia nueva, nada compatible con mis expectativas y preferencias. Un olor que a mi se me empeñó reconocer como de refrito de churrería, intenso y penetrante. No soy hipocondriaco, pero pensé también en la procedencia de las sustancias químicas con las que frote, acaricié, y enjaboné, con delicadeza, todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Obsesivo, arrepentido y avergonzado, sospeché que en el Metro mis vecinos se apartaban. En la oficina me distancié. Evité pasar por el gimnasio. Tampoco quedé con nadie al salir del trabajo. Me acerqué al supermercado y compre mi Sanex. Llegué a mi piso a las siete. Y me duché tres veces.


10 de octubre.

Mientras tú ahora te quejas porque no tienes un maravilloso plan de fin de semana por el puente de El Pilar, o porque tu jefe, el muy cabrón, no te lo pone fácil, o resulta que ayer se te rompió la plancha, o la mampara de la ducha o la batería del coche. Mientras tú ahora te quejas porque te han subido de manera exagerada el seguro del hogar, o han cerrado la oficina del banco de tu calle, o la vecina del segundo A es una lianta, tenéis una grieta en la fachada o tu vida es un bucle, limpiar, ensuciar, limpiar, o tú última novia no es lo que aparentaba ser. Mientras, Marisa ya no puede hablar por la ELA, hoy la vi en la silla de ruedas con sus hijos y familia. Me enteré de que el padre de Sara está en el hospital, fue un ictus. Al marido de Rosa, una máquina, ayer, lo aplastó. Accidente laboral. Mientras. Lo de Ramiro es cáncer de colón con metástasis en un pulmón, 28 años, recién casados, y el pronóstico no parece bueno. Y lo de Mario fue un accidente en la A62. No es único ni inédito ni insólito. Tampoco original, pero si auténtico.


8 de octubre

Quererte en otoño impregna a mis sentimientos emociones coloreadas de ocre, más frágiles, mas delicadas y sensibles. Vulnerable. Quererte en verano es mas intenso, voraz, apasionado. Quererte en invierno me recuerda los tiempos del frio en aquella primera habitación que compartimos, con las ventanas rotas y sin calefacción. Quererte en primavera tiene música de canciones en conciertos, no se porqué. A veces resulta difícil explicar las imágenes que evocan nuestros momentos y secuencias del pasado. Quererte hoy va acompañado por el “Toros en la wii” de Love of Lesbian. Dando saltos y con las manos en alto, quizás porque buscando la fotocopia de mi titulo universitario encontré la entrada de su concierto, en el 19. “Pues fui a buscarte con mi coche”, tarareé con Santi el que canta en la canción mientras entraba en el garaje, casi con lagrimones. Te amo. Te espero. Te siento. Te deseo. Lucía. Eres mi colección de recuerdos fantásticos, en lugares coloreados con canciones. Y no quiero teorizar sobrevolando con palabras, frases, parrafos, pretextos, porque todo se resume en complicidad y pasión. Es un viaje en coche de dos seres distintos que se hacen complementarios para crecer y ampliarse. Rebeldes, domesticándonos para convivir. Y mañana domingo quiero más, así.


29 de setiembre.

A ellos les he visto muchas veces por el barrio. Y son muy jóvenes. Primero les vi con una criatura. Luego les vi con dos. Luego les vi con tres. En poco tiempo. Ella es una chica mona, educada, y parece agradable. A él suelo verlo también en solitario, con su aspecto de adolescente inmaduro, el buzo sucio de la obra, y bajo los efectos del cigarro con estimulantes que va fumando, ahora si, luego también y mañana más. Son una pareja que llaman la atención y me he inventado varias historias, espero que pronto sepa cual es la real. Ayer les vi hablarse con asco y sin respeto delante de los críos. En una de mis historias inventadas ellos se conocieron en la época rebelde de ella, y en esa compleja etapa de vaivenes hormonales le cautivó su pasotismo y dejadez. Ella llegaba de familia ordenada con celebraciones, normas, rutinas, obligaciones y costumbres. Ellos en una tarde de domingo fría (era invierno), y por aquello de querer y probar y entenderse para entretenerse, procedieron a enredarse y copular, con ignominia, desenfreno y sin precaución. Se repitió. Aquello acabó en fecundación. El predictor la devolvió a la vida ordenada, de normas, usos, obligaciones y costumbres. El embarazo continúo. Ellos pasaron a ser pareja inmadura, inestable y no duradera. Con tres críos


20 de setiembre.

Nos gastamos más de doscientos euros en el hipermercado, llenamos el carro con todo, pero además llegamos al piso y nos dimos cuenta de que nos faltaban muchas cosas. Fuimos los cuatro, el sábado por la tarde. Además de la leche, el papel higiénico, las botellas de agua y los yogures, los productos para limpiar, compramos batidos. Y los zumos, las galletas de muchos tipos, los aperitivos, chocolates y las aceitunas. También las cervezas y los refrescos, carne y embutidos. Y latas de atún, tomate y sardinas. Y queso… La fruta la compramos en el barrio. 217,34 euros que pagamos en efectivo porque no me gusta utilizar la tarjeta. Al llegar al piso me senté en el sofá frente al televisor y dejé que Alberto y los niños distribuyeran los artículos entre el frigorífico, el congelador, el armario de la cocina y la despensa. Me senté con un fuet y un cuchillo cortador, las patatas fritas, unas galletas de chocolate y una coca cola light y sin cafeína. Eran las ocho y once. Me quedé dormida. Tuve un sueño fantástico. Soñé que era una princesa que vivía en un castillo con bufones y corte y doncellas y sirvientes y que esa noche de sábado se celebraba una fiesta en los jardines del palacio con malabares y pretendientes, rodeada de manjares, y antorchas bajo la luna. Vi también mi carruaje. Me desperté a las once y ocho con una lumbalgia brutal y arrastrándome llegué hasta la cocina. Los envases de congelados se descongelaban sobre la encimera: las vainas, la menestra, la coliflor, la merluza y los mejillones, las gambas, las espinacas, los helados, las pechugas de pollo … Los críos y Alberto jugaban a la Play en sus cuartos.


14 de setiembre.

Pasamos la noche juntos, la primera, en el hotel Ozoe Tudela de Navarra. Junto al puente, a dos minutos de la Iglesia de María Magdalena y el paseo de El Cristo. El 30 de mayo, 2010. Vistas al Ebro. Habitación 673. Sexta planta. Llegamos a las nueve de la noche. Nos fuimos a las nueve de la mañana. 12 horas. Nos encontramos en un bar de la plaza de los Fueros, primera cerveza. La segunda, la tercera, la cuarta y la quinta, fueron por aquellas calles de allí, y luego fuimos al hotel, a las once. Encendimos la televisión. Ella se ducho. Me duché yo. Miramos por la ventana al Ebro. La habitación muy amplia, con un ventanal gigante frente al rio, en una habitación en tonos granates, cubrecamas, cortinas, cojines,…a juego con su ropa interior. Yo le pregunte si ya había estado antes allí, por la coincidencia, ella contestó que no. Abro y cierro paréntesis, omito los detalles. Ella Nuria, yo Martín. La banda sonora fue de Enya, a ratos, también el silencio de nosotros. Suave. Tierno. Lento. Sabíamos que nos iríamos a las nueve, para no repetir. Dulce. Mágico. Frágil. Desayunamos juntos en la cafetería del hotel. Y regresamos. Y ella se fue. A Zaragoza. Yo a Irún. 


1 de setiembre.

Ya estamos en setiembre, y en unos días podre decir, “otro verano soltero”. Es duro, y tú lo sabes, pero mas en mi caso, ¿cómo puede esta belleza, inteligencia y y conjunto de dones estarse desaprovechando? Y fÍjate lo que te digo, no hablo de malgastarse, que al menos habría algo, hablo de no sacarle partido. Un tipo buen conversador, generoso, divertido y con estos encantos no puede dormir solo. Si, ya se que tengo que utilizar una de esas aplicaciones para ligar, o las redes sociales, pero es que me dan mucha pereza. Y exhibirme en el instagram, no lo veo. Y este facebook lo uso poco porque cuando le dedico un rato me asusto, ¡por Dios!, ¡madre mía! Tú eres un encanto, y yo soy una joya, ¿cuando vamos a encontrarnos? Este verano me vi todas las pelis, me leí 36 libros, con la play, más que un rato, y soy un artista solitario. ¡Pero si no salgo por las noches! Te soñe en Murcia y te desee en Valencia, también. Mira que esto no puede ser, fijate en mi que se nos esta pasando el arroz, la paella, y la ensalada de guisantes con marisco. Yo ya te lo he dicho.


17 de agosto.

No le soportaban porque no querían alguien como él para su hija. Ismael entró en la vida de Marian, pero sus suegros no le soportaban. Sin disimulos, no pensaron en un tipo como él para ella porque imaginaron un cuento feliz, príncipe vestido con traje, universitario, de familia digna, brillante y culto. Ismael llegó para quedarse, con el hijo de otra ex, y se fue apropiando de pertenencias que no le correspondían. Ismael conoció a Marian en la boda de Raquel, supo que ella era un buen partido para una vida más fácil, y esa misma noche se arrancó a seducirla para conquistarla y lo logró. Marian, la hija única de mama y papa, siempre se sintió atraída por los chicos con carácter, con claroscuros, esos a los que domar para domesticarlos, valientes y vividos, difíciles de explorar y dominar. Marian quiso con Ismael avanzar en horizontes y aventuras, riesgos, zozobras, ampliar la velocidad de conducción y entregarse a libertades hasta entonces desconocidas y a la excitación por los descubrimientos y las diversiones sin glamour. Ismael quiso con Marian los privilegios de una casa grande con terraza, los viajes, las fiestas, los regalos, la seguridad de un presente más confortable. Ismael era y es tosco y atrevido, en ocasiones, sin proponérselo, soez y grosero, entrenado en las competiciones de la selva urbana. Marian es princesa y coqueta. Ellos se disfrutan.


15 de agosto.

Bajamos del coche en cuanto acabó de sonar “Perdiendo el Norte” de Valdés, atraídos por la arena, las olas, la luna, los flujos provocados por la noche. Comenzamos a correr escaleras hacia la playa y no paramos de bajar enloquecidos hasta que la alcanzamos. Nos fuimos descalzando por los escalones, fuimos arrojando zapatillas y calcetines al aire y corríamos, tan rápido como las huellas del cansancio y las cervezas nos permitían. Te agarre para frenarte y adelantarte por la izquierda en nuestra huida veloz hacia el agua. Me empujaste jugueteando, te cruzaste y fuiste mi obstáculo para aventajarme y ser la primera. Tuvimos que pararnos para quitarnos frenéticos los pantalones, y quedaron allí. Unos metros mas abajo lanzamos al aire nuestras camisetas para quedarnos en ropa interior, a pesar del frio de mayo. Seguimos corriendo y tocamos la arena para seguir, jadeando, aproximándonos al mar. Estaba oscuro. Mojamos sobre el suelo las únicas prendas que nos quedaban y entramos al agua desnudos porque era sábado recién comenzado. Nos salpicamos con agua fría y la sal entró en mis ojos y nos sumergimos buscando las algas del fondo que dormían, pretendimos cazar peces pero hacían vacaciones y a lo lejos las luces del pueblo mas cercano no molestaban. Oiamos cantar aun “Perdiendo el Norte” y entonces Arrate te paraste para recitarme… “Yo fui una niña mujer y ahora soy una mujer niña. Cuando debía jugar a las muñecas ya sostenía niños de verdad en brazos y me perdí el asombro de descubrir que la vida es un infinito modo de caminar (*)”.(*) Poema de Begoña Abad.


11 de agosto.

En la mañana del domingo eran las doce, y susurraba Pablo López  “La séptima mayor”Por el hilo musical del Goizaga café de la calle Gorbea. Eran las doce y treinta del domingo y cantaba Ivan Ferreiro, “Turnedo”,por los altavoces. Eran las doce y cuarenta y cinco, Izal acariciaba las palabras de “La mujer de verde”. Era la una del domingo y lanzaba Dorian “El sueño eterno” . Nos llegaron las músicas y las letras en forma de efluvios. “¡Os lo dije! No conviene escuchar canciones narcotizantes porque nos revuelven por dentro”. Las siete, emborrachadas por las letras y las músicas sin alcohol, comenzamos a recordar los tiempos lejanos. Desvarios, derivadas, desviaciones y distracciones. Nos conocimos a los 13. Y ahora en la treintena de la madurez asentada. Ocupamos pisos de alquiler, lugares hipotecados, procesos de corto y largo recorrido, ilusiones y ambiciones en construcciones inestables. Somos en las habitaciones del ahora, resultado de las transacciones posibles. Recorremos las distancias entre los puntos fijados de antemano: principio y fin. Y en la tramoya de las solvencias, haciendo las cuentas y los cálculos para las figuraciones del show. Nostálgica matinal de domingo. A las dos se produjo la disolución prevista. Con todos los honores. Pero aquellos otros días hubiésemos cerrado la función cuál bailarinas del “Jai Ho”del Slumdog Millionaire. “Es la edad”,sentenció Nerea. “Hoy pensé cerrar…”, balbuceó Maitane.


9 de agosto.

Para curar mi crisis de los 40, mitad tristeza de ejecutiva, con ambiciones, soltera, agresiva y capaz, mitad titiritera sentimental, me compre una moto, me la robaron en el garaje 74 dias despues de estrenarla. Pensé que para evitar estas frustraciones que la delincuencia provoca, me convenia algo más doméstico, asi que me renové la cocina con los mejores aparatos de última generación, me dejó insatisfecha total. Redecoré el pisito, tampoco. Pensé en algo mas intimo, instintivo, y por primavera me organice un viajecito a Roma, y aunque me deje llevar por tres franceses bien dotados, hice la ida y la vuelta sin aterrizar. “¿Quién soy yo? ¿A dónde voy? ¿De dónde vengo?” recuerdo que nos preguntábamos en la clases del instituto, en etica o religión. Lo mismo que entonces. Me instale en propósitos mas manejables que probé y fui abandonando. Dejar de fumar, histerica, mejor no. Un gato, me jodió las cortinas. Gimnasio, era cansado. Lo de ver series, tampoco iba conmigo. Voluntaria contra la soledad de los mayores, no, ¡que olor! De culturera por cines y teatros, el sofá, mi agujero negro. Los lugares de citas amatorias, no llenaron mis vacios, siete citas, siete anormales. Dicen que el tiempo lo cura todo, y es verdad, me nombraron directora de estrategias e impacto, y recupere la normalidad. 


8 de agosto.

En apariencia, yo era un marido ideal, padre de dos niños y una niña, felizmente casado, con catequesis, celebraciones familiares, vacaciones de verano en el Mediterraneo, playa y hotel, buffet libre, un trabajo decente, sin deudas, buen vecino, el yerno ideal. En apariencia ni pegaba a mi esposa, ni abusaba de mis hijos, atendía a mis padres y parecía que nunca sería acusado de corrupción o malas artes en la empresa. En apariencia simpático, agradable, de fiar. En apariencia tampoco era el pesado de las reuniones de escalera, ni en la cuadrilla. Conductor. En apariencia amigable ciudadano honrado de clase media con primera y segunda residencia, plaza de garaje y estudios a nivel de master universitario. Posición económica saneada. En apariencia católico, los hijos bautizados, matrimonio ante el altar, con seguros: médico, de vida, de accidentes, de coche, del hogar, de sepelio y defunción. Sin antecedentes penales, ni colesterol. Nada me hacia sospechoso. En apariencia tolerante con la diversidad de opciones. Corresponsable en las tareas de hogar y sin adscripciones políticas relevantes. No fumador. Cuando el martes aparecí en las noticias de sucesos del periódico, todos hablaban de mi, “si Ricardo, el del tercero izquierda”. No me atrevo ni a escribir lo que ocurrió. 


7 de agosto.

Siempre fue feminista, radical dirian ellos, la verdad es que Mónica desde pequeñita supo pensar, con conciencia, critica, para las cosas de ser mujer, de vivir, relacionarse, viajar, de recorrerse y recorrer. Conoci a Mónica en primero de BUP, en el bachillerato que buscaba que los polivalentes nos unificaramos, y aunque era de ciencias, las letras no se le daban nada mal, la recuerdo rodeada de su jerga de palabras, libertad. coherencia, militancia, compromisos, justicia, emancipadas, igualdad… En las peleas, peleona, tierna pero sensible, una más de mi cuadrilla, nos fue gritando lo que no podiamos ver: en los romances, las posturas amatorias, las expectativas, las bodas, los bautizos, las lavadoras y lejías, los cuidados, los embarazos, las nóminas, los deseos, las violencias, las tareas escolares, las meriendas, los postres, las maletas y las compras, las fiebres y fiambres,… Alberto, mi hermano, se enamoró de Mónica, y ahora tengo dos sobrinos, Marta y Miguel. Han pasado 25 años desde que nos conocimos, ya no suena el teléfono fijo, seguimos vivos, no tan