HIRIE MADRID

CUADERNO  DE HISTORIAS

Un proyecto de Mikel Hirie


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MARGA.

Me llamo Marga y vivo en el rascacielos EULZA, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas, el de la calle de La Palma de Madrid.

Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.


14 de noviembre.

Cuando le subí a mi piso, él estaba ansioso por follarme. Fascinado por mis ojos verdes. Era para él un premio a una semana dura de trabajo que concluye en noche de sábado, coito y eyaculación. Y el lunes, reinicio y vuelta a empezar la acumulación. Tal vez porque había visto la semana anterior una peli antigua, “Ese oscuro objeto de deseo”, de Luis Buñuel, decidí comportarme como Angela Molina, la protagonista, y él, Fernando Rey, el ansioso de Malasaña. En realidad yo me llamo Hortensia, y Antonio él. Desde que nos encontramos en el Zupak club de la plaza, a él le explotaba la entrepierna, recuerdo que pensé que las autoridades sanitarias convendría realizasen campañas promoviendo la masturbación habitual en ausencia de sexo interpersonal presencial (SIP). Yo vivo en el tercero de la calle La Palma, y él subió las escaleras como un galgo en cacería. La situación, controlada, mis tres compañeras de piso estaban en sus habitaciones con sus novios, ese piso era un habitáculo sexual habitual, un HSH, bromeábamos entre nosotras. Antonio ya detrás de la puerta del piso se dispuso raudo a besuquearme, manejarme y quitarnos la ropa para practicar autómata la mecánica operativa. Eran las 4 y 10 de la mañana.   Yo le enfrié, le condujé al sofá, saqué unos refrescos de naranja, Fanta, y puse música. Aunque joven,  yo soy coplera y sonó el disco de Conchita Piquer.  Sonó “Ojos verdes”, “En tierra extraña”, "Carcel de oro", “A la lima y el limón”, “No me llames dolores, llámame Lola”, “La niña de puerta oscura", "Romance de valentia" , y algunas más… Antonio intentaba consumar pero se consumió en mis evitaciones. Sentados en el sofá. Cogidos de la mano. Antonio, adormilado se marchó a las 5 y 30. Creo que enfadado.


30 de setiembre.

Coincidí con Hortensia en una mesa de colegio electoral en Malasaña, en las elecciones de ayer. Ella, Hortensia, la presidenta de la mesa de votaciones, inteligente, ordenada y dirigiendo todas las operaciones que acontecieron en la jornada. Yo, representando en el aula a MÁS MADRID. Además de por su blusa fucsia, Hortensia iluminó con su sonrisa nuestra convivencia durante todo el día, a pesar de la mascarilla. Hortensía y Oscar, un amigo de la infancia, representante de UNIDAS PODEMOS, se encontraron entre las papeletas, para pasar el día frente a los electores, conversaron mucho, sin discreción, y yo les escuchaba. Y así supe de la vida de Hortensia, y de cómo es , muy recomendable para mi existencia feliz. Pude comprobar a lo largo de las horas que Hortensia es una chica, 27 años, muy conocida y popular en la barriada, luego supe que trabajó varios años en una panadería próxima. En nuestra mesa electoral votaron sus padres, no muy mayores, y aparentemente buenos candidatos a suegros. Votaron también sus hermanos, Marta y Javier, simpáticos también. Ya para el recuento, y antes de la victoria de Isabel, yo rendido, estaba profundamente enamorado de Hortensia. Es la primavera. Es la edad. Son las hormonas. Nos despedimos todos con entusiasmo al cerrar el escrutinio. A ti te contaré que tuve acceso al censo electoral y a su dirección domiciliaria, y al número de teléfono móvil. Algo haré para aproximarme.


4 de agosto.

“Arrastras tristeza” le dije. “Eres una gilipollas integral, desde las uñas del pie hasta los pelos de la cabeza” me respondíó. “Convendría que te ayudase un especialista” le dije. “Puta subnormal de mierda, vete a tomar por culo ” me respondió. “No tramitas bien, te colapsas, necesitas capacitarte, manejar mas competencias para gestionar y resolver” le dije. “No te atrevas a decirme lo que tengo que hacer, hija de puta, desde que te conozco no has hecho otra cosa mas que reptilear para ser esa miserable que eres” me dijo. “Eres una gran persona, con talento, brillante, inteligente, integra, pero tienes esos ataques de colera que se apoderan de ti, te pierden” le dije. “Zorra” me respondió. “Soy tu amiga, ¿por qué no me escuchas?,estas desperdiciando tú vida, pierdes a las personas que te quieren, tú mujer es encantadora pero la perderás también, tienes un buen empleo, déjate ayudar por un buen sicólogo” le dije. “¿Por que insistes en tocarme los cojones?” Me respondió. “Porque eres mi amigo y me importas” le dije. ¡Basta ya de tanta estupidez”¿Te lo pedí yo?” me respondió. “Vete a tomar por culo” me respondió. Y Joaquín comenzó a alejarse, para cruzar la plaza de Las Comendadoras, y le perdí de vista cuando doblo la esquina, para entrar en la calle La Palma .Ayer. 


13 de mayo.

He soñado que mi amiga Maribel y su novio alquilaban un piso para las vacaciones en Madrid, y que iba a pasar unos días con ellos, y en la casa había mucha gente, y también el propietario, agresivo y enfadado, que me reconocía porque decía haberme visto robándole fruta en su frutería a través de la videovigilancia del local. Lo soñé, de esa manera en que luego recuerdas los sueños, de una forma extraña y febril. En realidad yo también estaba tumbado en una cama pequeña, en mitad del pasillo, y delante de mí deambulaba la gente. Se lo conté a Marisa, y ella interpreta que la cama es mi ataúd, en el tanatorio, rodeado de gente. Y el frutero era Dios o San Pedro, ajusticiándome. Yo le respondí a Marisa que no soy un ladrón, y menos de fruta, y que solo le robé unas láminas del cuaderno de dibujo a mi compañera Marta, en la EGB. Y que Dios y San Pedro no son justicieros sino paternales y misericordiosos. Se lo conté a Isabel, ella interpreta qué necesito vacaciones o que Madrid me fascina, y por eso. Se lo conté a Alberto, el interpreta que estoy muy preocupado por la inmigración, de ahí la multitud conviviendo, y que el frutero es una figura de autoridad: la policía, y que yo empatizo muy bien, también con el drama de los migrantes hacinados. Paula dice que amo a Maribel, la que me invitó a su piso, y qué para evitar el conflicto amoroso con ella, el sueño se inventa un conflicto con el propietario frutero. Carlos me pregunta si se identifica en el sueño qué frutas robé, ¡y yo que sé! Iván me pregunta por los rasgos del frutero. Joaquín me pregunta la hora de los hechos en la vivienda. Ahora soy el hazmerreir de todos. No debí contarles nada.


25 de marzo.

En cuanto llegué a mi piso en la calle La Palma dejé la maleta en el salón, junto a la butaca verde.  Me quede un rato raro allí, en mitad de la habitación pintada de azul, cielo, con mis zapatillas verdes, mis pantalones vaqueros, los calcetines verdes, los slip verdes, mi camiseta blanca estampada con las tres fotografías y mi mochila negra. Mirándome frente a los espejos del salón, vacié la mochila negra y las cosas de mis bolsillos del pantalón. “Fausto, te repites. Te repites, te repites mucho. Eres repetitivo. Vas siempre en repetido y automático. Repetitivo. Repitiéndote”. “No recuerdo una antihistoria mejor de contenido incierto” cantaba “Love of lesbian” por mis auriculares, en “Los días nos vividos”. Eran las siete y media de la tarde, mas menos cuarto que y treinta. Domingo. Fui a la nevera para encontrarme con un refresco y refrescar mi vuelta a las rutinas, “de naranja por favor”. Fui al dormitorio para revisar en el armario la ropa disponible. Mirándome frente al espejo del armario. Fui al baño para lavarme las manos. Mirándome frente al espejo, observado por los rollos de papel higiénico. Volví al salón para abrir la puerta del balcón que da a la calle. Y me desnudé, iniciático, salvaje, total. Y lancé a la calle mis zapatillas verdes. Y mis pantalones vaqueros. Y los calcetines verdes. Y los slip verdes. Y mi mochila negra. Y mi camiseta blanca estampada con las tres fotografías. “No recuerdo una antihistoria mejor de contenido incierto” cantaba “Love of lesbian” por mis auriculares.