HIRIE LEÓN

CUADERNO  DE HISTORIAS

Un proyecto de Mikel Hirie


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MARGA.

Me llamo Marga y vivo en el edificio EULZA, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas junto al parque de San Francisco de León. Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.


1 de noviembre

El balcón del piso de María tiene vistas al parque de San Francisco, lo sé porque estuve en él la semana pasada. Por primera vez. El balcón del dormitorio, y el del salón también. Noveno A, edificio EULZA I. Y a lo lejos se ven también las torres de la catedral, León, y abajo, en la calle, el tráfico de coches y autobuses. María tiene un piso fantástico, grande, soleado, céntrico y acogedor. Tres dormitorios. El suyo en rojo pasión, por el cabecero de la cama, el armario y los pequeños detalles en las mesillas, las lámparas y los cuadros. Desayunamos en El café Agora, y entramos en el barrio húmedo. En la plaza del grano ella me confesó que tenía un diagnóstico de tumor cerebral maligno, con malas expectativas, las peores, y que le estaban aplicando radioterapia para proceder a operarla, y que a partir de ahora su situación física empeoraría día a día. Se me rompieron todos los esquemas y planes. ¿Qué harías tú? Conoces a una chica en una reunión del sindicato, quedas con ella tres tardes para tomar algo, ella te gusta, subes a su casa, pasa lo que pasa, y al día siguiente te confiesa lo del tumor.


27 de setiembre.

Quedé con Puri para tomar algo en el Bar Jungla de la plaza de la Inmaculada, y fue terrible. Me largué para casa negativamente ionizado, con las pulsaciones a 1000, el colesterol malo por las nubes, la diabetes disparada, reflujo gástrico, dolor de muelas, diarrea, y la libido hundida. Quedé con Puri, que iba monísima ella, el viernes por la tarde, temprano, pensando en aprovechar, en modo intimo sexual, el tiempo disponible, hasta el domingo, abierto a ampliarlo a lunes y a martes y a miércoles, si los Dioses así lo querían. Ella llegó con olor a diosa, y un vestidito corto de rosas y tulipanes que inspiraba mi imaginación no católica. Ella llegó con esa mirada intensa que tiene. Puri es compañera de clase en trabajo social, nos conocemos poco, nos saludamos y sonreímos siempre, y le propuse tomar algo el jueves, después de la clase de desarrollo comunitario. Lamentablemente ella odia a todo el mundo. Odia a sus padres. Odia a su hermano. Odia a sus primas de León, Albacete, Cuenca y Jerez. Odia al gobierno. Odia a los sindicatos, a los compañeros de clase y a los profesores, a los comerciantes de León. Odia a los conductores, odia a los tíos,… No sigo. 


25 de setiembre.

Fue en el hotel Ozoe León, frente al rio Bernesga, el que esta en la avenida Condesa de Sagasta junto al centro de salud, el año pasado, el 23 de febrero, sábado. En la calle una nevada tremenda, frio, invierno total. Yo había venido desde Lugo para estar con Irene, mi novia, pero resultó que sus padres la habían castigado y no pudimos quedar. Yo en la habitación 435 del hotel, descompuesto, con las expectativas rotas, el deseo desbordado y sin planes ni festejos. Y es que ya me decía mi madre desde pequeño que para el premio de tonto, yo tenia todos los boletos de la rifa. A Irene sus padres la trataban como una niña, y aunque tiene 27 años, la habían castigado por tener desordenada su habitación. Sus padres le habían dejado claro que eran los propietarios de sus aposentos y que mientras tanto, se reservaban los derechos para la administración de su vida personal. Yo con 27, trabajando en la empresa de mi padre, CONSTRUCCIONES FERNANDEZ SL, ya vivía solo, en un piso pequeño pero fantástico frente a la muralla de Lugo, y aunque Irene y yo ya llevábamos un año de novios, ella aun no se había acercado a visitar. “Miguel, lo intentaré el mes que viene”. “Miguel, lo siento, mis padres me han castigado”. “Miguel, es que ya sabes como son mis padres”. “Irene, hasta aquí hemos llegado”, le planté el 24 de febrero, “ya no tengo el coco ni para hacer batidos ni yogures ni tartas”. Y no volví a saber de ella porque la bloqué en el móvil y en las redes sociales. Igual me equivoqué.


11 de setiembre.

Me cite con ella en la lavanderia autoservicio de la calle Zalamea del Madrigal, el domingo pasado, a las siete. Ella eligio el sitio y me lo explicó: es por seguridad, hay camaras de videograbación en el local, y muchas mas en la zona, en el bingo RUTA 69, en las sucursales del BBVA, Bankinter, Banco de Santander, cafeteria Atlantico y pasteleria Velazquez. Nos habiamos conocido el viernes, en el grupo de facebook, “León divertido’. “Me llamo Sandra”. “Hola me llamo Diego”. Conversamos, por el messenger, dos horas el viernes y tres horas el sabado, cuatro el domingo por la mañana, hasta que decidimos quedar, por la tarde. Llegué a la cita, llegó, puntuales, me pidió el DNI. “Diego Álvarez Gutierrez, hijo de Jimena y Andrés, 24 de octubre de 1971, domicilio Avenida de los Reyes Leoneses XX, **. Nos tomamos dos cañas en el café Ponferrada y la conversación discurrió interesante. A las 9,39 me propuso subir a mi piso, caminamos hasta alli, diez minutos. Yo lo habia dejado limpio y ordenado, por si la casualidad nos arrastraba hasta alli. Vivo en el tercero izquierda, con ascensor. Al entrar, Sandra me pidio que le enseñase el piso, primero el salón, mi dormitorio, el balcón, el baño grande, los dos dormitorios, la cocina, la despensa, el baño pequeño. Sandrá hizo la visita guiada, respondiendo con frases cortas. En el baño pequeño le propuse bajar al trastero y el garaje, para verlos, ella respondió que se le habia hecho tarde, que tenia que irse, que cogiá el autobus en la parada, que luego hablábamos por whatsapp, pero no lo hizo. No ha vuelto a responder ni a mis mensajes ni a mis llamadas, tampoco al messenger. 


2 de setiembre.

Llegamos a casa a las 5.46, afortunadamente. Madrugada. Al llegar descubrimos que nos habiamos dejado encendida la luz del baño, desde que salimos a las seis, y nos fuimos a dormir, inmediatamente. Antes, al bajar la persiana del dormitorio con vistas a la plaza de La Inmaculada, mire por la ventana, y me fije en el grupo de ocho que ocupaban la acera, eran Javier y los otros, Elena se quitaba la ropa, con rapidez. Noche de febrero lluviosa en León. Nos acostamos, distantes y enfadados sin nada que decirnos. No podia dormir, por el exceso de copas y actividad, por el desorden de horarios, por los pensamientos invasivos y la presión atmosférica en nuestro cuarto del sexto. Elena y yo llevábamos viviendo juntos dos años, tres meses y once dias. Las tapas acumuladas durante la tarde peleaban en mi estomago: croquetas, cecina, queso,… y las patatas, sobredosis de patatas en sabores múltiplicados. A los veinte minutos de acostarme, mi vejiga reclamó una visita al baño, y me fijé en el bote de champú, abierto, caido sobre la bañera. Los ronquidos de Elena, se escuchaban aun con la puerta cerrada, y su frase colérica, escuchada por Javier y los otros, alojada en mis neuronas desde las 23.23: “Carlos, eres enfermizamente celoso, y así no podemos seguir”. La recordé conversadora y divertida con Javier y los otros, desde las 19.14, en cada uno de los locales del húmedo que recorrimos. Al volver a la cama Elena continuaba durmiendo profundamente.


29 de agosto.

Javier trabajó en el número 54 de la calle Padre Isla. Tres meses. Entraba a las ocho y salía a las tres. Llegaba, de lunes a viernes, todos los días. en el autobús número 10. El 7 de mayo, 2019, en el café que esta junto al portal, el Nielon, conoció a Ana, la esposa de Manuel, la madre de Alejandro y Julia. Ese día, Javier se enamoró de Ana, la feliz esposa de Manuel, la mejor madre de Alejandro y Julia. Es un sentimiento doloroso enamorarse de quien no puede ser, y mas porque tú sabes que Javier no es caprichoso ni enamoradizo en estas cosas del querer. Ansioso por saber, Javier fue sabiendo de ellos, aunque siempre supo que saber le iba a doler. Supo de los hijos, él tiene 15, ella 10. Supo de Ana: es lectora, de salir con amigas, de ir al teatro, siempre activa, siempre viva, el celoso es Manuel. Ana enfermera, abogado él. Supo de ellos, ella 40, 39 él. Veranean en Areas, Pontevedra, año tras año, y ya son mas de 23, desde que novios furtivos, lo hicieron por primera vez. Felices en el sexo, felices en la vida ordenada que inventaron para ser. Ana exploradora independiente. Manuel la controla y no puede, pero lo llevan bien. Javier queriendo la vida espiada de Manuel y Ana, la que ya no puede ser.


28 de agosto.

No es que yo sea ciego ni imbecil ni desafortunado, pero me tropecé con el bordillo al subir a la acera, y caí al suelo. Yo cruzaba la carretera fuera del paso de cebra. Me golpeé la rodilla en mi plaza, de la Pícara Justina. Eran las 10,08, y me asusté pensando que por algo igual conozco uno, dos, tres casos, con rotura, escayola, rehabilitación, operación quirúgica, prótesis.. “Lo sientes al pasar el rato”, recordé lo que me dijeron, y así comenzé a revisarme: 10:13, 10:18, 10:24, 10;42,..11:07, 11:30…Resultó que no ocurrió nada, pero yo que siempre ando preocupado por todo, comence a conversar conmigo mismo sobre riesgos, control, fragilidad y circunstancias, para concluirme inútil e incapaz. No es que yo sea estúpido o uno de esos tarados que abundan, pero me enfadé. “Siempre preocupándote prevenido y casi te rompes la cabeza al caer en un bordillo“, me dije. “¡De que manera mas tonta!”. “¿Le di las gracias al señor que me atendió?” “Parece que no me he roto nada, pero aunque estoy de vacaciones, podría estar incubando un tumor de próstata o fabricando un ictus o tramando una patología cardiaca o ese lunar no ser tan lindo”.  Me gusta pensar, es mi defecto. No es que yo sea un obsesivo y quiera controlarlo todo, que también, pero me convendría asumir mas riesgos.


27 de agosto.

Angélica vive en la calle alcalde Miguel Castaño de León, es la novia de mi hermano, y mi profesora de alemán. Angélica a mi no me cae bien, desde siempre, y por una lista de 23 razones que hoy no voy a contarte, porque ni ella, ni las razones, tienen ningún interés. Angélica conoció a mi hermano haces tres meses, en el taller de flamenco Loc, y mi hermano que esos días se encontraba fragilizado por su ruptura con Úrsula, la novia de siempre, con facilidad se entregó. Esto fue en mayo, y Angélica, que todo lo calcula, ya tiene planes de boda, demanda de anillo, están con el ajuar, abrieron la libreta de ahorros, le controla la nómina, le elige la ropa, también la interior, le alejó de sus amigos, enreda con nuestras relaciones familiares, se peleó con mi padre, le cambió la dieta, conoce sus claves del facebook, de gmail, y de los cajeros automáticos, lo pasea con su madre, se apropio de su coche y “despacito” se lo apoderó. Ella le ha impuesto protocolos de ahorro, de visitas, de alertas, de disposición de los tiempos de ocio, de llamadas y consultas, de relaciones sociales, de objetivos de vida, opciones y preferencias. Angélica creció en la dominación, dominada, una pena, y ahora ella se libera dominando al dominado, que es mi hermano, Ricardo. Mi madre se lamenta de no haberlo educado en la prevención, en las cautelas, para la astucia y la autodefensa, para el ejercicio desordenado de sus deseos, instintos y placeres, para alejarse de las callejuelas de la mutilación . Él nunca fue entrenado para los deportes de riesgo, y ahora, desprotegido los práctica, poseido por las fuerzas sobrenaturales de sus encantamientos y maleficios, y se ha entregado a otro yo.   


18 de julio.

Me cite con ella en la lavanderia autoservicio de la calle Zalamea del Madrigal, el domingo pasado, a las siete. Ella eligio el sitio y me lo explicó: es por seguridad, hay camaras de videograbación en el local, y muchas mas en la zona, en el bingo RUTA 69, en las sucursales del BBVA, Bankinter, Banco de Santander, cafeteria Atlantico y pasteleria Velazquez. Nos habiamos conocido el viernes, en el grupo de facebook, “León divertido’. “Me llamo Sandra”. “Hola me llamo Diego”. Conversamos, por el messenger, dos horas el viernes y tres horas el sabado, cuatro el domingo por la mañana, hasta que decidimos quedar, por la tarde. Llegué a la cita, llegó, puntuales, me pidió el DNI. “Diego Álvarez Gutierrez, hijo de Jimena y Andrés, 24 de octubre de 1971, domicilio Avenida de los Reyes Leoneses XX, **. Nos tomamos dos cañas en el café Ponferrada y la conversación discurrió interesante. A las 9,39 me propuso subir a mi piso, caminamos hasta alli, diez minutos. Yo lo habia dejado limpio y ordenado, por si la casualidad nos arrastraba hasta alli. Vivo en el tercero izquierda, con ascensor. Al entrar, Sandra me pidio que le enseñase el piso, primero el salón, mi dormitorio, el balcón, el baño grande, los dos dormitorios, la cocina, la despensa, el baño pequeño. Sandrá hizo la visita guiada, respondiendo con frases cortas. En el baño pequeño le propuse bajar al trastero y el garaje, para verlos, ella respondió que se le habia hecho tarde, que tenia que irse, que cogiá el autobus en la parada, que luego hablábamos por whatsapp, pero no lo hizo. No ha vuelto a responder ni a mis mensajes ni a mis llamadas, tampoco al messenger.