HIRIE ÁVILA

CUADERNO  DE HISTORIAS

Un proyecto de Mikel Hirie


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MARGA.

Me llamo Marga y vivo en el rascacielos EULZA, en el 14 F. Ya sabes, el edificio de 31 plantas junto a la plaza del mercado chico de Ávila. Te cuento. Resulta que ayer me llego al buzón una carta impresa a ordenador, con sello postal incluido, a mi nombre y apellidos y con la dirección correcta y completa. ¿Tú que harías? La comparto contigo. “Hola Marga, soy uno de los 186 vecinos de tu edificio y quiero decirte que me gustas mucho y que me encantaría tomar un café o una caña contigo o un refresco contigo. Depende de ti. No quiero que esta carta te provoque miedo, solo me atrevo con ella a contarte que estoy enamorado de ti desde que llegasteis al edificio hace cuatro años por Navidad. Fantaseo contigo. Con presentarte a mi familia de Lugo, y que pasemos las vacaciones y los fines de semana juntos. Donde tú quieras. Eres preciosa. Nos imagino sentados en el sofá fucsia, viendo películas románticas, de aventuras o de miedo, las que tú quieras. Sueño con ir al cine, al teatro, al monte, a la playa, de conciertos, de compras. Donde tu quieras. Y todo lo demás. Te quiero. Te amo. Te deseo. Tu esposo es muy amable, parece muy buena persona, tus hijos, preciosos como tú”.


18 de octubre.

Aquel octubre del 18, compré el piso del paseo San Roque, con las terrazas grandes, y centré mi vida en el. Me dieron las llaves el día 22. Dejé de llamar y de enviar whatsapp, y de quedar, y las horas libres de mi vida ocupada las destiné a las obras y reparaciones de mi nuevo santuario personal. Descubrí sin darme cuenta que cada una de las pequeñas transformaciones del espacio llenaban de satisfacción los vacíos que nunca antes pude rellenar y en cada una de mis incapacidades de obra y bricolaje encontré un reto para nuevos aprendizajes, renovarme y avanzar. Me encantó hacer planes, medir, imaginar, calcular. Ese piso con cuatro habitaciones, grande pero inhabitable, era un universo de oportunidades que desde el primer día disfrute. Ya para diciembre me cambiaron todas las ventanas, también la pequeña del baño, también las puertas que comunican el dormitorio principal y el salón con las terrazas grandes. Por aquel octubre del 18 continuaba viviendo con mi madre en uno de los bloques junto a la estación, hasta que en el otoño del 19 la abandoné. Tire tres tabiques, cambiaron la instalación del agua y de electricidad. Amueblé. Los dos baños, el verde y el azul, todo nuevo. La cocina, perfecta también. Y las habitaciones, la verde, la fucsia, la roja, la naranja. Y el salón: la pantalla de televisión, la mesa, el sofá. La despensa y el almacén. Cuando me instalé en el nuevo hogar volví a sentir el vacío


22 de setiembre.

Quedé con Cristina en la puerta del monasterio de Santo Tomás, el coche lo llevaría yo. Nos tomamos el primer café en el bar restaurante Sur. “No se que hago aquí” me dijo mientras mordisqueaba un donuts. Tomamos el segundo café en el bar Crisana de San Pedro del Arroyo. “Espero no arrepentirme de esto”, me dijo antes de salir. Llegamos a la casa de mi pueblo, en Salvadiós. Nos tomamos el tercer café después, en el bar. Comimos en el espacio San Juan de la Cruz, en Fontiveros. “Es todo realmente muy extraño” me dijo con el primer plato, paella que compartimos. “Ahora debería estar con Alex y con el niñó”, me dijo con el primer plato que compartimos, ensaladilla rusa. “Nunca me gusto mentir”, me dijo con su segundo plato, albóndigas con tomate. “Mientes muy bien”, le dije con su segundo plato, lomo con pimientos. “Iván, ¿tú que me ofreces?, me dijo con sus natillas. “Mañanas de domingo en sol”, le dije con mi cuajada. Tomamos el cuarto café en el bar Sito, Madrigal de las Altas Torres, “Ha sido un día memorable”, susurró cuando íbamos hacia el coche. “Aun son las seis”, apunté. “Somos dos compañeros de trabajo, ocupándonos de una investigación sobre el terreno”, mentí sonriendo.


6 de setiembre.

No recuerdo si fue en Arévalo o en Madrigal de las Altas Torres, o en las Navas del Marqués. Quizás fue en El Barco de Ávila o en Arebas de San Pedro . ¿O fue en Mingorria? ¿En Cabezas de Alambre? ¿En Candeleda? ¿Tal vez en Casasola o Cebreros o Donvidas? ¿En Flores de Avila? ¿La Hija de Dios? ¿Langa, Maello, Marlín? ¿En El Mirón? ¿Niharra, Salvadiós, Solana de Ávila? ¿En Navatalgordo? ¿En Narros del Castillo? No lo recuerdo, y quizas tu puedas ayudarme, porque despues del accidente con el coche perdí los recuerdos y la memoria, y los detalles de esta carta manuscrita por ella. “Juan, de la manera mas tonta nos hemos conocido, y estos últimos diez dias han sido geniales juntos. ¡Fenomenal! Volveremos a vernos muy pronto. No lo olvides, el pasado es lo que fuimos, el futuro es lo que seremos. Quiero mas tardes, mañanas y noches contigo. Raquel”. No recuerdo si fue en Martinez, Mijares o Mirueña de los Infanzones. Quizás fue en Velayos, Villaflor o Zapardiel de la Cañada. ¿O fue en Viñegra de Moraña? ¿En Ávila ciudad? ¿Tal vez en Barromán? No lo recuerdo, y quizas tu puedas ayudarme, porque despues del accidente con el coche perdí los recuerdos y la memoria , y los detalles de esta carta manuscrita por ella. 


1 de setiembre.

Estábamos llegando en tren, una vez más. Nos entreteniamos mirando por la ventanilla el mismo paisaje de siempre, pero ese dia era distinto. Enero del 17, Arévalo. Volvíamos de Valladolid, en sábado, porque era habitual bajar no menos de dos veces al mes a la capital. Habiamos pasado el dia de compras y vagueando por ahi, incluyendo comida y cuatro visitas a cuatro locales de cafés, refrescos, vinos y tapas, uno de ellos el Vanoa, el de mi prima Mari, a la que habíamos avisado que iriamos. Nuestros hijos, Nuria y Javier, siempre con el movil. Él 19, ella 17. Yolanda, mi mujer, también. Pero ese dia era distinto porque todos conociamos que el Tac me habia dicho lo que no queria oir, y que el jueves me operaban y que el fragil equilibro de vivir tranquilo podía quebrarse por mi nueva enfermedad. A los Acuario tampoco nos gusta vivir con cancer. Y a las Libra y el Sagitario, acomodados a la vida de continuidad sencilla, facil, sin estridencias, la novedad de un padre y un marido necesitado de atenciones, cuidados y cariños, no les venia bien, ni entonces, ni ahora. Cuando el tren paró en la estación, yo continuaba pensando en ello, como ahora. Aquel cancer evolucionó favorablemente pero es mejor no pensar algunas cosas.


31 de agosto.

El café fue en la plaza del Mercado Chico. Llegamos hasta el desde la plaza del Mercado Chico porque nos alojábamos en el hotel Ozoe, habitación 206. Lo escribí en un papel, te lo entregué doblado, y te mire a los ojos: “El deseo de seguir aprendiendo o la pasión de la ignorancia”. Tú me contestaste, “de esto y asi, más, y contigo”, y entendi que aquel viaje tenia sentido,amplitud, longitud, intensidad. Y luego volvimos al hotel, y te desnudaste de nuevo para contarme que tú querias viajar al espacio en una capsula que llevase a Plutón, pero que al cumplir los 33 la fibromialgia te impidió despegar. Me susurrastea al oido, “ven, quedate”, y te abriste más para confesarme que hay dolor y es muy frecuente. Una hora despues saltamos a la calle de nuevo. Sacamos dinero en el cajero BBVA de la calle Reyes Catolicos, apostamos al euromillones en la administración de loteria, compramos calcetines y galletas, en la misma calle. Y pasamos por la farmacia de la esquina a recoger tu medicacion. Y regresamos al hotel, pero entramos antes al mercado para comprar naranjas, queso, plátanos, chocolate y jamón. Frio en la calle, calor en el hotel. Merendamos naranjas, queso, platanos, chocolate y jamón. Estabas agotada y rendida porque estas enferma, y te dormisté abrazada a mi, temprano porque solo eran las ocho de la tarde. En el dia que viajamos juntos por primera vez. Articulamos una secuencia de hechos que condujeron a una situación inevitable. Fantástica.


5 de agosto.

Quedamos a las once en el Aburu café. “Llevaré un anorak rojo” te dije. Llegasté a las once y diez. “Llevaré una falda de margaritas” me dijiste. A las once y cuarto estábamos sentados junto al ventanal, la muralla de frente. “Es una lástima que no tengais zoo” te dije. “Tampoco tenemos parque de atracciones” me dijiste. Quise invitarte a comer pero te era imposible. “Me alojo en el hotel Ozoe, junto al Adaja” te dije. “Lo conozco, lo frecuenté mucho con un novio que tuve”. Tú llevabas una blusa fucsia y un bolso azul cielo. Lo recuerdo. “¿Qué quieres ser de mayor?” te pregunté. “Experta en placeres” me respondiste. Yo con mis zapatillas verdes, mis pantalones vaqueros, los calcetines verdes, los slip verdes, mi camiseta blanca estampada con las tres fotografías y mi mochila negra. “¿Te gusto Paula?”. “Me gustas mucho Fausto”. A las doce se escucharon las campanas. A las doce y cuarto te llamó tu marido. A las doce y media salimos del local. Pagaste tú. Tenias que acompañar a tu madre al médico. Prometiste llamarme, de esto hace ya 16 días pero no he vuelto a saber de ti, ¿qué es lo que ha pasado?


20 de mayo.

Candela es la esposa de Bernabé. Ella no es de las más guapas del barrio, pero es amable, inteligente y elegante, muy competente para marcar objetivos y hacer los dibujos, la ruta y las operaciones para lograrlos. Eligió a Bernabé en el instituto y fue a por él para seducirlo y conquistarlo. A los 23 ya vivían juntos en uno de los pisos de los padres de Candela , después de casarse reglamentariamente. Ella es una de las tres hijas de una familia con tradición y rentas, en Ávila. Candela regenta ahora uno de los tres negocios familiares. Hoy no quiero contarte de estos asuntos de empresa. Los padres de Candela no tienen pueblo, porque son del Ávila histórico, de toda la vida. La pareja con sus tres hijos, estuvieron el fin de semana pasado en Gredos, y durmieron en ese hotel tan recomendable del que te hablé. Fueron en el coche, a ratos conduciendo Bernabé y a ratos Candela. El domingo por la tarde tomaron café con churros en el Aburu, las atendió Pili, la camarera. Es nueva en el oficio. Y porque Pili derramó la bandeja con el café sobre la blusa de Candela, todos pudimos descubrir la humanidad y la grandeza de Candela. Había otras 17 personas en el café cuando sucedió el incidente. Todas comentaron la naturalidad y la dulzura con la que Candela respondió a los desafortunados hechos. También Marian. 


2 de mayo.

César. Es 2 de mayo, San Segundo. Te propongo que te levantes de la cama y provoques a tus 15 vecinos. Te propongo que mejor a las seis y media que a las siete. Enciende el equipo de música . El volumen al máximo. Para que suene Love of Lesbian, “1999”. Para que lo escuchen todos cuatro veces seguidas aun con riesgo de aporrear tu puerta enfurecidamente “Ya no hay ganas de seguir el show ni de continuar fingiendo”. Para que se escuche en tu barrio, en todas las calles de las flores: flor de loto, jazmín, lirio, azucena, crisantemo, gardenia, caléndula y magnolio. Para que se escuche en todos los locales de cafés, en las fruterías, carnicerías, en las peluquerías. En las iglesias, palacios y capillas, tambien en La Santa. Desde el Adaja y los puentes. Para que se escuche desde el santuario de Sonsoles y en las habitaciones de hotel. Desde la ermita y la capilla de San Segundo. En San Jose y La Encarnación, en los cuatro postes, en cada una de las puertas de la muralla. Y en las plazas. ¡Libera tu furia! ¡Sácala! Para que lo escuchen en todos los lugares que ofician misas tempranas. ¡Expulsa tus porquerias! ¡Grítalas! Te propongo que luego continúes el ritual estúpido. Te propongo que recorras las calles frías reivindicándolo. Abre las ventanillas del coche para que todos escuchen la canción mientras susurras lo que quieres decirles. Pronuncia una palabra en cada una de las calles. Avenida de los derechos humanos. Avenida de la juventud. Vereda de las mozas. Calle Bilbao. Paseo Santo Tomas. Paseo San Roque. Hornos Caleros. Paseo de la estación. Y en Vallespín.¡Encuentra las palabras exactas! ¡Y confiesa! “Esta canción. Contenedor de palabras melodizado. Me cruje. Desde la tercera uña del pie izquierdo, que por cierto esta para cortarse. Pasa por el citoplasma, y la membrana y el ADN de todas mis celulas, (y me acuerdo de tu examen de ciencias). Y llega a mi neurona verde herida dolida que finge porque conoce los trucos y perdío la inocencia y no puede encontrar la magia que se esconde en el lugar que estoy buscando”.


11 de abril.

Somos vecinos. Yo del tercero A, Ricardo, del cuarto B. De repente dejó de hablarme. Nos encontrábamos en la escalera, en el portal, en el ascensor o en el Aburu café, miraba para otro lado, y me hacia invisible. El martes entré a desayunar, y él estaba allí, solos los dos, y me acerqué. “Perdona Ricardo, buenos días, hace tres semanas que me ignoras, de una manera grosera, sin disimulo, con soberbia, conteniendo ira, pareciese que encontrarte conmigo te revuelve las tripas. Perdona Ricardo, pero ¿podrías explicármelo?. Me parece que no te he hecho nada para que te muestres conmigo de esa manera tan malhumorada, primitiva y hostil”. Ricardo ni se inmuto. Permaneció allí, flotando, inerte, silencioso, frente a la cafetera, en la barra, próximo a los pinchos de tortilla, de lomo y de jamón. Raúl el camarero y tres clientes próximos seguían la escena con curiosidad y disimulo. “Perdona Ricardo, ¿me oyes?, ¿me ves?”. El aprovecho mi requerimiento para darle tres sorbos al café y mirar algo en el móvil. He de reconocer su capacidad actoral para desenvolverse tranquilo, sin inmutarse, haciéndome dudar de mi misma presencia ante él en el lugar. “Perdona Ricardo, me reconoces”. Y Ricardo se dirigió a Raúl para pagar el desayuno, ajeno a mi insistencia, mi mirada y mis palabras. Y Ricardo se despidió de Raúl, y abandonó el café. Sin mirarme, sin oírme, en otra dimensión paralela. 


5 de abril.

Y después nos asomamos por la ventana del hotel para ver la muralla iluminada porque eran las 4 y 10. Hotel Ozoe Ávila, habitación 267, setiembre, día 29 [ ...¿Y si tratamos de huir por otros mundos que vi? El tiempo se detendrá entre el cielo y el mar... ] Te dije yo. Nada original, un trocito de canción robado a los "Varry Brava", "Entre el cielo y el mar".  Tu vestías mi camiseta naranja, la que luego te regalé: [ casualidad ]. Tú me respondiste que aceptar esa beca en Berlín era muy importante para tu carrera profesional, y que te abría posibilidades nuevas para acceder a una plaza en el laboratorio de investigación en Massachusetts, que a pesar de tus 23 tenías ya un curriculum muy competitivo para lograrlo. Y luego me contaste que a las doce salía tu vuelo para Paris desde Barajas porque tenias un seminario de especialización durante toda la semana. Los siguientes minutos, antes de volver al colchón, me detallaste tu itinerario anterior, repleto de eventos, de impactos y alcances, de metas, de logros y esfuerzos. La luna bostezaba, yo te escuche con devota atención, entusiasmado por nuestro encuentro casual. Eras preciosa, y ambiciosa. Y cinco horas después nos despedimos a la puerta del hotel, frente al cauce seco del Adaja. Cuando tu coche azul cielo se alejaba, yo cantaba el "Chicas". De los "Varry Brava".